DON QUIJOTE VA DE
VIAJE
Acabo de conocer en el tren a una persona tan sincera que ha tenido el valor de
confesar a los que vamos con ella que no ha leído el Quijote. Tal como suena.
Con un par. Y ha añadido, por si faltara sal, ajo o vinagre: ‘Si yo dijera esto
en público seguro que me llevarían como bicho raro a un plató para que desde el
sofá casero alguien se ríera de mí con la suficiencia del ignorante, llamándome
inculto y mostrando lástima por mí, aunque la persona crítica no hubiera abierto
el libro jamás –caso de tenerlo- ni para quitarle el polvo’. Otro viajero le responde que comparte su arrojo de declarar esto tan llanamente
porque, ante la propaganda culturizante de este tiempo de moda cervantina, en
la que parece ser que todos tenemos el Quijote en casa, dispuesto a devorarlo
en soledad o en familia, él piensa que no es cierto, porque una cosa es
comprarlo para que luzca en el mueble-bar y las visitas digan: ‘Oh, el Quijote.
Yo también lo tengo’, y otra, haberse embuchado cada capítulo, sintiendo el
texto como la obra cumbre de nuestro maltratado idioma. Añade: ‘Al final, todos
presumirán de haberlo leído, releído, incluso aprendido de memoria, incluso
colaborado en su redacción, o que Cervantes le consultó tal o cual cosa. Dale
alas al osado y te asombrará con sorpresas así o peores.’ Interviene un tercer
viajero: ‘Yo no voy tan lejos como usted; creo que si hiciéramos una encuesta
en el vagón, mentiría un porcentaje de viajeros asegurando conocerlo, dudaría
otro justificando que lo empezó y que anda por la mitad, otros dirían que no
conocen el libro y una mínima parte declararía que le hincó el diente como Dios
manda, suponiendo que Dios se meta en estos asuntos’. Animado por los que
estamos en conversación, el hombre se atreve a hacer la experiencia y, sin
dudarlo, recorre las filas del vagón, libreta y lápiz en mano, disparando la
temible pregunta: ‘¿Ha leído usted el Quijote?’ De ser cabal el resultado
obtenido, sería un gozo, pero que los cálculos fallen a tope suena raro porque
no es posible que todos los encuestados hayan declarado saberse el libro al
dedillo, excepción hecha de la persona que removió el tema al decir que no lo
había leído. Al saber las respuestas, dicha persona va a más. Igual es algún
héroe que se entrena para Delegado de lo que Sea. Así que repite en voz alta: ‘Soy
el único en este vagón que no ha leído El ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha, de don Miguel de Cervantes Saavedra, y no me apura decirlo porque me
prometo a mí mismo en este instante que lo empezaré a leer nada más llegue a mi
destino esta noche’. Como era de esperar, todas las miradas se vuelven buscando
la suya con cuarta y mitad de sonrisa, tras de la que se advierte un
sentimiento de admiración hacia quien también pudo mentir y no lo hizo.
© Manuel Garrido Palacios
© Dibujo de Gustavo Doré