EL ABANDONARIO
M. Garrido Palacios
1ª Edición. Editorial Calima. Mallorca
2ª Edición. Editorial Harmattan. Paris
Manuel
Garrido Palacios nos entrega en 'EL ABANDONARIO' su apasionante novela.
Dedicado profesionalmente al cine y a la etnografía, sólo en estos últimos años
ha ido publicando libros de ficción literaria. El sorprendente EL CLAN Y OTROS
CUENTOS (Ed. Calima, Palma de Mallorca) y esa variopinta fábula titulada NOCHE
DE PERROS (Ed. AR, Sevilla, Calima, Mallorca y L'Harmattan, Paris) nos
mostraban ya a un narrador premioso conocedor de su oficio y exhaustivo gozador
de la alta, rica tradición castellana. En ambos libros latía el aliento de un
hombre entrañado, investido en lo popular, en el que la ironía, el
escepticismo, la retranca..., nos daban cuenta de un mundo personal,
entretejido de realidad y ficción mágica, con un pie puesto en los estribos de
la picaresca (con esa visión escéptica, amargosa del mundo) y el otro en ese
prolijo mundo de lo escéptico y de lo soterráneo que encontramos también en la
vasta tradición castellana, desde Cervantes a Rulfo, desde Quevedo a Valle o al
Cela del Pascual Duarte. Pareciera que todos esos largos años emboscado detrás
de la cámara, atento a las luces y a las penumbras, a las voces y al silencio,
hubiesen propiciado en el autor un caudal vivo de sombras y máscaras que ahora,
en su faceta más propiamente creativa, se nos revelan en toda su concertante,
apabullada realidad. Estas tres coordenadas: la tradición escéptica, la visión
mágica y el lenguaje popular , más que presentes en sus dos libros de relatos,
constituyen ahora el soporte literario de este libro (EL ABANDONARIO) tan
sorprendente como impagable. EL ABANDONARIO es un viaje hacia los médanos
interiores de una memoria que se resiste a reconocerse en los parámetros
realistas o mecanicistas, donde los hechos quedaban sepultados, envilecidos por
un proceso de afirmación histórica o ramplonamente temporal. Muy al contrario,
lo primero que sorprende en esta novela, es precisamente la ausencia del
tiempo. El recuerdo, la memoria, ajenos a la contaduría de las horas, se
superponen, se erigen, vivifican la realidad, construyendo una reconocible
fantasmagoría de hechos simultáneos y envolventes que atrapan al lector ya
desde sus primeras líneas, aventurándolo a un mundo de una sencillez, de una
fantasía desaforada. En realidad, lo que Manuel Garrido Palacios, persigue a lo
largo de esta obra inolvidable es recrear, alentar, producir una atmósfera
interior reconocible, en la que vida y muerte, realidad y magia se entretejan
de una manera creíble y lo que es más importante, natural, en torno a los
pellizcos de la vida. Pero si ya en su larga obra cinematográfica Garrido
Palacios trata de recoger la devastada memoria de los pueblos, afirmándolos en
su identidad y sublimando precisamente aquellos elementos que hacían palpable
esa identidad, aquí, en esta, su primera novela, se nos propone una vuelta de
tuerca al introducirnos en un mundo de resonancias míticas que nos agarra desde
la pura y abstracta identidad y donde el lenguaje, de una llaneza casi
cegadora, consigue por sí mismo convertirse en el absoluto protagonista de esta
historia en la que un muerto relata a quien lo vela la historia de un pueblo
fenecido, atrapado en su propia fantasmagoría. Nos hallamos, pues, ante una
novela sorprendente que consigue imantar al lector a las primeras de cambio,
para mantenerlo en vilo durante toda la deslumbrante travesía. Y es que Garrido
Palacios, seguro de su oficio, capaz de descubrir una atmósfera en unas pocas
líneas, lejos de adentrarse en un discurso atolondradamente lírico, prefiere
ponerse en manos de la naturalidad, de la fluidez de la palabra dicha, oída,
metida en la matriz y en el estómago. Será, así, a través de los personajes que
hablan a través del muerto, que se construya la peculiarísima memoria de
Herrumbre, ese pueblo acosado por la nada, y cuya historia es la que se va
enhebrando a lo largo de todo el libro. Mamuel Garrido Palacios se ha limitado,
parece y aquí estriba gran parte del éxito del relato a dar sentido a todas
esas voces, ordenándolas de manera que el lector se reconozca en cada una de
ellas, removiendo en él los más dormidos soportales de la memoria. Una novela,
en definitiva sugeridora y valiente, escrita con toda el alma, que se
reconcilia con el arte de la prosa, tan demacrado, tan envilecido últimamente.
Sin duda, y acabamos, una de las novelas más deslumbrantes escritas en los
últimos tiempos en la lengua de Rojas, Cervantes o Rulfo.
©
Manuel Moya (España)