JAMUGA

JAMUGA
(De Diccionario de palabras de andar por casa:
Huelva y provincia)

Por ‘jamuga’ se conoce la silla que se pone en la caballería para que monte la mujer. Sea para diario o para fiesta, se usa simple o adornada, como pasa en la romería de la Virgen de la Peña, de Puebla de Guzmán, donde cada mayordoma ocupa su jamuga. Al gastar largo tiempo en vestir a cada una, ha quedado el dicho: 'Tardas más que una jamuguera'. 'Jamuga', tanto vive en el seno del pueblo como en el papel de los libros. Corominas data el término hacia 1599, procedente ‘del latín sambuca, máquina de guerra en forma de puente levadizo, que en la edad media pasó a designar unas andas para el transporte de damas’. Covarrubias señala que es un ‘género de angarillas, que sobre un alvardoncillo se afirman, y las mujeres van en ellas muy seguras y recogidas. Éstas usaron los moriscos’. Autoridades trae como samuga ‘una especie de silla hecha de unos correones y brazos de madera, a modo de los de las sillas comunes, pero son redondos y más largos. Sirven para que las mujeres vayan con alguna conveniencia sentadas en las caballerías’. ‘Jamuga’ o ‘mujeriegas’, palabras tan arraigadas en pueblos del Andévalo, son usadas también por Mateo Alemán, en Guzmán de Alfarache: ‘Fatigóla de manera, que le fue forzoso dejarse caer de la jamuga’. Cervantes, en Don Quijote: ‘Cubriéndose su herreruelo, subió en su mula a mujeriegas’. Fernández de Ribera, en El mesón del mundo: ‘el tropel de cabalgaduras, un carro, un coche, dos o tres borricos con jamugas’. Quevedo, en un Romance: ‘Florida toda la margen / de jamugas y borricos’. Y en sus Epístolas: ‘La furia de nadar las mujeres en el cuitado Manzanares: cubiertos iban los caminos de borricos y xamugas’. Céspedes, en Píndaro: ‘Para subirle con más comodidad, tomamos, según es la costumbre, caballería de jamugas’. Nogales, en una de las leyendas recogidas: ‘Por allí va la Julianita a mujeriegas sobre su burra parda’. Entre las citas más cercanas tenemos Historia de una finca, de José y Jesús de las Cuevas: ‘Llegó en su mulo como siempre, sin jamuga ni silla’. O Pegar la hebra, de Delibes: ‘Sentado en una especie de jamuga, en las losetas del patio [...] se hallaba Orson Welles’. O Miguel Moreno, en Por los pueblos sorianos: ’Pertrechado con aparejo, artolas o jamugas y sus picos’. O Halcón, en Monólogo de una mujer fría: ‘El primer día cansa mucho el caballo, y más a la mujeriega como has ido hoy’. O Cunqueiro, en Un hombre que se parecía a Orestes: ‘Un labriego con un azadón al hombro, montado a mujeriegas y a pelo en un asno’. Acaban de regalarme una jamuga en buen estado para mi pequeño museo. Ha sido suficiente con dedicarle una mirada atenta para que surjan en el aire del estudio, aparte de las citas, todos los ecos de la gran romería de la Virgen de la Peña, de Puebla de Guzmán, tan bella y, en el fondo, tan desconocida como algunas de las palabras que flotan en su ambiente, por ejemplo: jamuga.

© Manuel Garrido Palacios