LOS
VERSOS DE JUAN DRAGO
LA VOZ
DE MANOLA SÁNCHEZ
“Con
el tiempo he sabido que volcando mis sentimientos en el espejo de la tierra
misma, coincido con un movimiento universal que defiende este planeta de la
rapiña del hombre”.
Con estas palabras arranca Juan Drago
su obra Si amanece mientras caminas
(Poemas de la luz. Colección Monosabio. Ayuntamiento de Málaga). Sus páginas,
concebidas como Antología, contienen versos de todos sus libros anteriores,
desde aquel De la luz en el agua (1981)
hasta Aires de Roma andaluza, (2005)
a los que añade generosamente parte de su poemario inédito Lugar y memoria.
Nunca vi a Juan Drago poeta de mesa
camilla y conciliábulo para repartir prebendas y subvenciones. Los que seguimos
su trayectoria literaria siempre lo hemos destacado del falso bosque poetario
surgido a la sombra de Juan Ramón (algunos creen que el Nobel de Moguer les
debe algo). Y es en su poesía donde podemos hallar las claves de su limpio
saber estar en un campo en el que abunda la maleza, jamás atento a lo vano y
efímero, sino “a los pasos no iniciados
todavía” [hacia un] “lugar que estás en mí” [con una] “puerta donde un pájaro duda y anhela”. Drago proclama sin hacer
ruido que, lo mismo que la Poesía, “el
agua que tiembla, no es de nadie”, y que “la luz tendida aquí es como un pájaro / que en la tierra del sur deja
su sombra. / Los ojos que la miran son testigos”.
El potencial Si amanece mientras caminas parece querer justificarlo el poeta en
base a un caso anecdótico acaecido en el campo dunar cuando buscaba el
amanecer. Si se tratara de pura anécdota, Juan Drago ha tenido el coraje
creativo de elevarla al rango de categoría, pero más que asunto casual del que
saca sustancia, suena a metáfora, a “si
ves la luz mientras vives”, a “sólo ante
el tablero hay ocasión de mover ficha en tanto dure la partida”.
El poema que da título al libro lo
dedica a Manola Sánchez, Niña de Huelva,
voz rota en mitad de un cante una noche cualquiera. Le dice:
Si
amanece mientras caminas
da
gracias a la luz por los estorninos del alba
y los
juncos mojados, por los ánsares.
Tus
pies conocen cuanto tus ojos miran,
mientras
el mar te llega,
cantando,
de la noche.
Gracias
por las tres ciervas de la alta duna
y los
lucios rúbeos de la aurora,
que te
ofrece el arco del sol
como
la espalda de una criatura.
Entre
zarzas, el alto fresno
ha
cruzado la noche
y
cubierto de rocío abre sus alas.
Las
aves cantan como el mar lejano
en la
ribera de todos tus sentidos.
La luz
ha tendido una gasa húmeda
bordada
con la plata de los espejos
echados
en el frío de las brozas.
Los
espacios amarillos cabalgan
con
crines airosas por sesmos oscuros
anunciando
fuego blanco por las marismas.
Mas
pregunta a la luz qué se oculta
al
otro lado de su venda,
qué se
guardan las sombras de los linos,
por
qué siguen tus pies las sendas
perdidas
de los gamos,
y
viene y va el silencio por la frontera
como
ángel ardiendo sobre la nieve.
Manola cantaría el poema como quien
esto escribe lo ha gozado al leerlo, Al igual que todo el hermoso libro hasta
la última hoja, hasta el último verso.
© MGP.