AGAPITO, GAITERO DE CABORANA

Gaitero de Caborana 

Agapito hace gaitas y las toca en La Reguera, Caborana, (Asturias). Usa torno de pedal en vez de eléctrico porque cree que es más bello hacerlo todo de manera artesanal. Desbasta la madera, la alisa y la taladra con una barrena por un extremo hasta los medios y con otra hasta el final. Eso, hablando del puntero, del pito, que es lo que canta la melodía. Luego mete en el palo el escariador de acero y lo ahueca hasta darle su calibre. Dice que el mejor constructor de gaitas que hubo en estas tierras fue Antonín de Cogollo, y me muestra varios de los modelos que guarda y que hizo él. Emplea madera de tejo que le traen de Cabañaquinta. La deja secar porque verde no es buena para la barrena. Una vez hechos los agujeros viene el retoque. Me indica que por el soplete entra el aire al fuelle, que lleva un depósito para que la saliva no lo pudra, porque esa humedad es dañina para estas piezas.
Si el puntero es la flauta, el roncón que lo acompaña es el bajo. Éste requiere madera de ébano de Guinea o de Cuba. El boj también es bueno para el puntero porque tiene un sonido dulce. En Asturias se cría en los huertos. Para el fuelle seca piel de cabrito o de cordero y la forra de terciopelo, faena que hace su hija. A veces le dicen que la gaita que vende es cara, pero si se suman estos gastos con los tres días que tarda en terminar el instrumento desde el tronco en bruto hasta que toca, piensa que cobra lo justo.
La gaita gallega es como la asturiana. Una u otra, o lleva la pajuela para que cante sola o se construye para que cante en conjunto. Para afinarla coloca la pajuela y va rodando el roncón hasta que coincide el tono con el del puntero. Tiene su gaita favorita, que nunca estuvo en venta. Todas las que salieron de su taller tienen contentos a sus dueños. Las que esperan ser recogidas lucen su cartel con el destino: Cangas de Onís, Gijón, Sama, Cudillero, Oviedo. Quien dice gaitas enteras dice pitos o punteros, roncón, ronquillo y ronquete. Aun siendo constructor de ellas, lo llaman para que toque danzas en las fiestas, con lo que saca sus extras para esto o para lo otro, que en las casas, ya se sabe, todo es poco.
De Galicia vino huérfano siendo un niño a vivir con la abuela a Asturias. Viajó en un barco desde Vivero a Pravia por cinco pesetas de entonces. De Pravia, en un tren hasta Ujo y otro hasta Moreda. Un tío suyo lo llevó a las minas poco después y en ellas se inició en el duro trabajo de ramplero, de caballista y de ayudante. Lo hizo tan temprano porque traía el entusiasmo de poder comprarse una gaita asturiana. Así que con los primeros dineros ganados fue a Mieres y compró la gaita deseada. De La Industrial Asturiana pasó de picador a La Hullera Española, a todas horas pensando en tocar la gaita y en hacerla. Buscó herramientas y hoy sus gaitas están en América, en Europa, en Asia...
Le gusta que la gente lo aprecie, aunque algunos sólo vean en él al minero jubilado. Cuelga diplomas del muro y mientras los leo él hace sonar la gaita que le he comprado. Así transcurre la mañana entre un artista sereno, de mucha labia, y un andariego del sur, que no sabe qué decir ante tanta sensación.

© Manuel Garrido Palacios