Revista de Folklore nº 418


SUMARIO

Editorial de Joaquín Díaz (Director)
El día último del año, día dedicado a san Silvestre, tenía lugar en muchas casas particulares una costumbre que se conocía con el nombre de «los años», «los estrechos» o «los casamientos». Consistía en hacer papeletas con el nombre de todos los que estaban presentes en la casa en ese momento, introducirlas en un recipiente e irlas sacando después de dos en dos para hacer parejas... +


SEPANCUANTOS

SEPANCUANTOS
Manuel Garrido Palacios
Biblioteca de la Huebra
Aracena / Fuenteheridos

Manuel Garrido Palacios en el libro Sepancuantos ha desempeñado fielmente, como peregrino por la Sierra de Huelva, su oficio de bardo, de cosedor de cantos portadores de sentencias, romances, danzas, coplas de muerte, embrujos, hechizos, pócimas para la salud del alma y del cuerpo recogidas de la vegetación de la zona; refranes y fábulas bien documentadas en nuestra tradición picaresca del Lazarillo, de la Celestina, de Quevedo y que incluso se remontan en lontananza a Hesiodo en “Los trabajos y los días”, poema de experiencia humana en cuanto experiencia individual y colectiva, poema didáctico sobre las labores del campo, la distinción de los días fastos y nefastos para emprender una determinada acción o para suplicar a los dioses, poema que al igual que en este libro, intercala fábulas, como la del gavilán y el ruiseñor, y sentencias; asimismo se remonta a los conjuros y ensalmos para atraer el corazón del amado desdeñoso o el castigo, de la comedia, y poesía helenística, y a las Geórgicas de Virgilio, poema inspirado también en el cultivo de la tierra y en la vida de sus campesinos.
Por tanto, su libro‑ensayo arranca de las raíces de nuestra literatura occidental griega y judeo cristiana. Es el “yo” del poeta sumido en una tradición que desarrolla un trabajo etnográfico y antropológico con la descripción e interpretación de los usos, las costumbres, la ideología y la psicología de un pueblo conformado por su entorno natural, su historia y sus condiciones sociales, de un microcosmo incardinado en la serranía de Huelva.
El abanico temático es muy amplio: cuentos y canciones que parten del mito, ese inconsciente colectivo sin espacio ni tiempo, ese “Érase una vez”. Empezaré por canciones y cuentos didácticos que animan al trabajo y que recuerdan los consejos que daba Hesiodo a su hermano Perses, hombre de ágora y poco trabajador, exhortándolo a la virtud y al trabajo: “Mas tú, recordando siempre nuestra admonición, ¡Trabaja! Perses, divino retoño, para que el hambre te odie, y te quiera en cambio la bien coronada Deméter augusta, e hinche de alimento tu cabaña”. Así en el cuento de la viña (Santa Eulalia), el padre exhorta a sus hijos: “Jamás en la vida convirtáis la viña en era. Pero los hijos holgazanes vendieron la viña y en nada de tiempo se les acabó el dinero. Y cuando con los años volvieron al pueblo y pasaron por la viña dice uno: ¡Huy, qué limpia está la viña de nuestro padre! Dice el otro: ¡Ay, hermano! esta viña era nuestra. Por eso nos dijo padre que no la convirtiéramos en era”.
O cuentos de humor negro que reflejan las condiciones sociales, como es el del “Velatorio”, cuento de muerte que al final se truca en vida de penurias: “Había en un velatorio un hombre que solo hacía gritar: ¡Ay, que lo van a llevar allí donde no hay luz, ni se come, ni se bebe, ni na de na!”. Pero no se trata del descenso a los infiernos de Ulises, repletos de sombras en el vacío: “¡Hijo mío! ¡Cómo has bajado en vida a esta oscuridad tenebrosa?”, le dice su madre Anticlea, sino que la descripción lóbrega y sombría, que parece referirse al más allá, queda brusca y sarcásticamente truncada por la vuelta a la lóbrega realidad del más acá, “del muerto al hoyo y el vivo al bollo”, por el chiste que recoge la sabiduría pragmática y resignada de todo un pueblo: “Este hijo de su madre lo quiere llevar a mi casa”, piensa con terror un asistente del velatorio.Seguiré por los años del hambre en el Castañuelo: 

“Hablamos un poquito
de lo que son las castañas,
a ver si los tiempos malos
desaparecen de España.
Eran los años del hambre
y no los puedo olvidar,
comíamos nada más que tentullos,
solos, solitos, sin pan”. 

Y además de la angustia del hambre, la angustia del lobo: “Los fantasmas de la Sierra”, como dice Segundo Canterla: 

“En el camino Hinojales
en la Sierra Valle‑Cano
allí salían los lobos
por la mañana temprano”.

O de la relación “Amos‑criados” que con humor y resignación apunta a la ley del mas fuerte: 

“En los campos de las Huelvas
de chiquillo me crié,
los patrones eran buenos,
algunos malos también.
Porque en los otros trabajos
no quiero ni recordar
las penitas que pasamos
para poderlos cobrar”.

Resuenan los ecos de la fábula del gavilán y del ruiseñor de “Los trabajos y los días”: “Ved cómo hablaba un gavilán a un ruiseñor de moteado cuello, al que llevaba bien alto apresándolo en sus garras: Infeliz, ¿por que chillas? Te tiene alguien mucho más fuerte que tú”. “¿El trato con los dueños?”, pregunta el bardo al campesino: 

“No eran agradecidos. 
Bien se dice que quien no agradece, 
al diablo se parece.
Y lo más bonito era
que te cobraban por algo
en un terreno tan malo
que no entraban ni los galgos".

“Hasta que vino el jaleo de la República, que se pensaba que iba a mejorarlo todo, pero fue más pataleo, porque no se dejaban gobernar, hasta que reventó la cosa con el dictador y nos aplastó unos pocos de años: 

"En el castillo Monjui,
en el último rincón,
tenía que estar metido
el que estas muertes firmó.
Por tener ideas republicanas
Que es la más sana de la Nación”.

Son asimismo cantos de carnaval que se conforman en las vísperas del despertar de las fuerzas incontroladas de la primavera y, por tanto, de la libertad de palabra y de acción. En un “Sal fuera de ti” como nos predica Dionisios. 

“Por el carnaval todo pasa,
que no nos coja de espanto,
y si alguno se agravia,
que baje agua del Barranco”.

O coplas de juegos infantiles ya perdidos como el de la comba: 

“Soy la reina de los mares,
señores, me van a ver,
tiro mi pañuelo al suelo
y lo vuelvo a recoger”. 

O cantos de matanza o de la molienda, o el del “recado para objetos y animales”, o de bodas, o de amoríos felices o infelices. Y toda esta variopinta tradición, pensamiento y sabiduría popular toma carne y hueso en la figura del pintor Marcial, en el “Encuentro imtemporal”, en Linares de la Sierra: “Quien venga buscando un genio, no lo va a encontrar, pero quien venga buscando un tonto, tampoco. Soy casado -señalando la fotografía de boda, agrega-: aquí empecé la vida. Muy feliz. Pero se tuercen las cosas. Yo no he querido tocar más a ninguna mujer. Soy la mitad religioso; la otra mitad invisible. Voy a misa cuando puedo. El cura viene por aquí; es amigo; me dice: Vaya usted a misa todos los días. ¿Todos los días, con las cosas que tengo que hacer? No soy aficionado a hincarme de rodillas, ni a cosas extrañas; yo no sé si el sacerdote tiene algo que decirme; si lo tiene, que me lo diga; por ejemplo: Usted menea demasiado las orejas. Lo escucho y adiós”.
Manuel Garrido Palacios, guiado por el hilo de su inspiración poética, como Teseo por el hilo de Ariadna, se ha internado en el laberinto de la Sierra y en la médula consciente o inconsciente del bosque de la mente para desentrañar su misterio y, de esta manera, documentar con rigor científico y calidad literaria el saber y sentir ancestral de sus gentes a través de un entramado de canciones, fábulas, refranes, cuentos, que como bien señala: “van a la búsqueda de unas señas de identidad que los una como grupo; la incógnita ante cualquier más allá, aparte del amor, del miedo, de la muerte”.

© Margarita Ramírez Montesinos

ÍNDICE

A modo de zaguán
1
LA MEMORIA DE ESPIRI Y AMELIA
(Santa Ana la Real)
2
EL CUENTO DEL VELATORIO
Y SUS PARALELOS LITERARIOS
(Desde Aracena)
3
TÓMALO, JUAN. DÁCALO, JUANA
(La Umbría)
4
HALO DE ALDEA
(Castañuelo)
5
LA ERA DEL SAPO
(Castañuelo)
6
A LA UNA, ANDA LA MULA
(Castañuelo)
7
LA PALOMA ENCANTADA Y OTROS ENCANTOS
(Los Marines)
8
ANDANDO CON LOBOS
(Los Marines)
9
LA SOLEDAD SALE AL PASO
(Marigenta)
10
ENCUENTRO INTEMPORAL
(Linares de la Sierra)
11
MAÑANA SIN MEDIDA
(Linares de la Sierra)
12
LAS MEDIAS AZULES Y OTRAS PRENDAS
(Corteconcepción)
13
UN ÚLTIMO CUENTO
(Fuenteheridos)
14
TIEMPO DETENIDO
(Valdelarco)
15
CALLE BOMBA SIETE
(Valdelarco)
16
LA HISTORIA INACABADA
(Puerto Moral)
17
MARZO RABÚO
(Calabazares)
18
ALREDEDOR DE LA TÓRTOLA
(Hinojales)

Notas al texto

SPANGLISH

Nuevas voces sobre el spanglish.
Una investigación polifónica
Edición de Silvia Betti y Enrique Serra Alegre
Colaboración entre la
Academia Norteamericana de la Lengua Española
y la Universidad de Valencia

El libro en el mundo hispánico

Calambur y la Universitat de Barcelona presentan el libro
La publicidad del libro en el mundo hispánico
(siglos XVII-XX):
Catálogos de venta de libreros y editores
Pedro Rueda y Lluís Agustí (eds.)
y a la conferencia
¿Qué nos cuentan las formas del libro moderno?
impartida por Emilio Torné (Universidad de Alcalá)
Viernes · 16 de diciembre · 17.30 horas
Facultat de Biblioteconomia y Documentación
Universitat de Barcelona
(c/ M. de Palau, 14 · Barcelona)

Academias de la Lengua Española

HISTORIA DE LA ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS
DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Humberto López Morales
Publicado por la ASALE • Madrid • 958 pág.


Tras 23 años en Madrid, el Dr. López Morales se instala en Miami. En 1994 sustituyó a José A. León Rey como secretario general de la ASALE en Madrid y en el Consejo Asesor de Estilo de la Agencia Efe, cuyas reuniones dirigía Alberto Gómez Font, del equipo de filólogos del Departamento de Español Urgente (cuyo blog es la fuente de esta reseña). Gómez Font trabajó con López Morales en la redacción de la Enciclopedia del Español en los Estados Unidos. Este último apadrinó –con José G. Moreno de Alba-- a Álex Grijelmo y a Gómez Font en la presentación del Proyecto Zacatecas (1997) en el Congreso Internacional de la Lengua Española, que pasó a ser el Diccionario panhispánico de dudas.

Revista de Folklore nº 417




Sumario:

Editorial de Joaquín Díaz (Director):

Richard Wagner utilizó en varias ocasiones el eterno tema de la contienda poética, situándolo en el castillo medieval de Wartburg en Turingia o en en el Nuremberg del Renacimiento. En este último caso, sobre el que construyó el argumento de la ópera Die Meistersinger von Nürnberg, Walther von Stolzing, impresionado por la belleza de Eva, la hija de un famoso orfebre, se le acerca y le pregunta si está prometida... +


Andrés Padilla Cerón


José Luis Rodríguez Plasencia


José Delfín Val Sánchez


Miguel Ángel Martínez Pozo


José-Luis Anta Félez

REMBRANDT

MICHAEL TAYLOR
LA NARIZ EN REMBRANDT
(Carne y espíritu en los retratos del maestro)
VASO ROTO edic.


Tras siglos transcurridos desde que se sentaron frente a Rembrandt, los rostros que nos miran desde los lienzos del maestro de Leiden, aún ejercen su poderosa atracción sobre nosotros: son tan cercanos, que podemos leer su alma. ¿Qué técnica les da esta vitalidad? ¿Qué hizo el artista para plasmar gestos así?
Michael Taylor (Washington, EE.UU., 1944) toma como punto de partida para este ensayo un rasgo que no podría ser más simple, y que resulta determinante en el destino, los rasgos físicos y las ambiciones del genial sujeto de este estudio: el pintor. La reflexión de Taylor se desenvuelve con una prosa elegante y una reveladora perspectiva, y trata con tono cotidiano lo que hoy conocemos sobre Rembrandt y el universo que nos descubrió. W. S. MERWIN.
Taylor, especialista de la pintura holandesa del siglo XVII, Doctor en Literatura Comparada, es autor de destacados libros sobre arte, como La mentira de Vermeer (2012) y el publicado con el poeta Merwin la obra L’Appel du Causse (2013).  Actualmente reside en Francia.

Juan Miguel González

Juan Miguel González
VISIÓN DE LA PIEDAD
Libros del Aire
Prólogo: Ignacio Gómez de Liaño
Premio de Poesía Giner de los Ríos 
·
Y tuyas como son estas palabras,
y aprendidas de ti,
nada de ti contienen felizmente,
pájaro hermoso.
En el almiar de oro,
yo sé que estás, con tu piquillo abriendo
las mañanas del mundo.
Señor, sea así siempre,
nunca al pie de la letra.
No quieras que el redicho corazón,
tan compasivo siempre,
lo obligue a descender del aire de su cruz.
Oigo su canto y lloro, porque sé que no está,
porque nunca ha existido,
y esa es la canción que nunca olvidaremos. 

Un músico escribe una obra y necesita un intérprete. Un escritor requiere un editor, un lector. Se habla de la novela como género ‘menos imposible’ para intentar su publicación, y se tiene a la poesía por género maldito al que la imprenta no ama, a menos que el nombre del poeta haya alcanzado un eco con los años. Y ni así a veces. Las estanterías traseras de las editoriales están habitadas por bellos proyectos impresos resbalando lamentablemente hacia el abismo del reciclaje. El autor es el primer eslabón de la cadena literaria; el editor, el segundo, pero es ese séptimo sentido, que sólo poseen algunos editores, el que decide la aventura de imprimir el texto.  

Cómo te obstinas, Dios —¿por qué, Dios mío?—
en hacernos felices.
Cómo dejas caer sobre nosotros
tus más amables plagas.
El agua de mis ojos secarías
si me vieras sufrir;
y si, despierto, corro a los palacios
que tu clemente mano alza en mis sueños,
¿no es sólo porque quieres que del llanto
salte el arco y la fuente del reír?

Luego está un tercer personaje, uno y múltiple y anónimo llamado lector. Con él se cierra el triángulo, nunca equilátero, dentro del cual funciona el ciclo de escribir, editar y leer.

Quizá a la media tarde de los gestos tranquilos,
dejemos de esperar.
Pero el campo se queda atado al hierro
de los arroyos secos,
oyendo cómo el hombre, tras las bardas,
amasa el pan y enciende
las brasas de las viñas.
¿Quién no lo quiere así?
Tú, mi pequeño gavilán de caña,
morisco corazón,
que siempre abres el libro de las nubes
por el poema de la eternidad.

A los tres los une el amor a la palabra, un pulso sensible que les permite valorar su lugar en el discurso, una comunión con lo bello que sugiere. Un día –y aquí toma rango el verso de Bécquer-, “podrá no haber poetas / pero siempre habrá poesía”, desaparecido el primer personaje, quedarán el editor –hasta agotar existencias- y el lector, que conservará el libro durante dos traslados más o menos. Y aun así, “siempre habrá poesía”.

Donde quiera que mire, brisa y luz,
ligeras aves de felices vuelos.
Oh, pobres ojos nuestros, que no pueden
el prodigio seguir, sin dormitar.
Respira la mañana en su corola,
para que el mediodía alce sus templos
en el mar, que habrá de destruir.
Y así ya para siempre
y desde siempre: el fuego poderoso y su incesante
belleza germinante y destructora.

En la secuencia de los agradecimientos la gala sería para el lector, por haber tenido acceso a un texto que le ha movido fibras del yo que dormitaba. Recordará al autor para buscarle más palabras escritas, y al editor por sacarlas a oreo, pero será él, el más pasivo de los tres, el que abra curso a ese río maravilloso de la poesía.

¿Y tú qué bebes, Dios, con quién trasnochas,
cómo celebras que por ti los hombres
vivan y mueran, al abrigo sólo
de su sola ilusión?
No permitas abrir el Paraíso.
No dejes nunca que por las palabras
nuestra boca se salve.
Haznos libres, Señor. Haznos pastores
de tus bellos silencios.
Déjanos donde siempre te perdimos:
junto al perro que mira
crecer nuestra oración.

Estos versos pertenecen al libro Visión de la piedad. Junto a los que contienen sus 97 páginas, inician el camino del triángulo con la precisión de un orfebre de la palabra, de un traductor del sentir. Cada poema deja en el alma del lector un poso de ternura, de reflexión, un saberse  intermediario del diálogo humano con lo divino, de tactar la belleza que un puñado de palabras puestas en su sitio pueden crear. Al imaginarse, con su lectura, pastor de los silencios de Dios, es como si le surgiera esa visión de la piedad propuesta por el poeta, magistralmente dicha, además.


© Manuel Garrido Palacios