Carlos de Oliveira

ENTRE DOS MEMORIAS
Carlos de Oliveira
Calambur Ed.

“En la cresta de las colinas / sin nieve, la piedra; su esmeril; / aguza más la luz: / ¿cómo dormir / con estas agujas / blancas en la memoria? / agujas de catedrales; / ¿cómo olvidar / este rumor de vidrio y algodón / en el cielo? poema escrito / entre una arista y un filo, / entra en las venas, hiere: / aguja de morfina fría; / ¿cómo arde este cristal?” 
Con este poema se inicia el libro Entre dos memorias, de Carlos de Oliveira (Belém, Pará, Brasil, 1921-Lisboa, 1981), aunque allí donde figure su nombre podamos leer: poeta portugués. Esto sucede porque con pocos años de edad se traslada a vivir la familia a Cantanhede, Coimbra, Portugal, en cuya parroquia de Febres presta servicios su padre como médico. Más tarde pasan a Lisboa y mantienen una estrecha relación con la región norteña de A Gandara, paisaje marco de sus obras, que son cinco novelas y varios libros de poesía. Dice en el poemario que nos ocupa: “Se siente la variación / en la atmósfera del cuarto; ¿una corriente / de aire? ¿con la puerta, / las ventanas cerradas? / el soplo viene quizá del estante: / poemas, diccionarios; / como si la biblioteca desprendiese / sustancias volátiles; o / que intentan volar; el temblor, / el presentimiento, despierta / los muebles fascinados; poco a poco, / en el aro de la pantalla, / donde la diferencia es más sensible, / se condensa el rumor de la primeras / palabras: al final, son ellas; / y tan pronto como sus vuelos; / anteriores a la escritura; las precipitan / en el papel, se comienza a escribir”. 
Según la crítica, Carlos de Oliveira se vinculó desde sus comienzos al neorrealismo literario portugués, y publicó su primer libro, Turismo, en 1942, al que siguieron Mãe Pobre (1945), Descida aos Infernos (1949) Terra de Harmonia (1950), Cantata (1960), Sobre o Lado Esquerdo (1968), Micropaisagem (1969), también editado en España por Pretextos con traducción de Ángel Campos Pámpano. Otros libros suyos son Entre Duas Memórias (1971), del que aquí se habla, Pastoral (1977) y la antología Trabalho Poético (1977-78). En cuanto a ficción contemos Casa na Duna (1943), Alcateia (1944), Pequenos Burgueses (1948), Uma Abelha na Chuva (1953), también publicada en España en 2009 por KRK Ediciones con traducción de Xavier Rodríguez Baixeras; y Finisterra (1978) 
Su traductor, el poeta y editor Ángel Campos Pámpano, dice que “el trabajo creativo de Carlos de Oliveira, sin olvidar nunca el carácter social e histórico de la escritura, procura siempre modular con rigor las palabras, depurando al máximo la materia verbal, condensando espléndidamente el verso o el párrafo”, rasgo que puede apreciarse en cualquiera de sus poemas: “Hipótesis posible: / cuanto mayor sea la distancia / más frágil es el astro; / segunda hipótesis, probable: / la atmósfera sabe / que refractar estrellas es un juego; y lo gana; / de ésta se deduce una tercera:/ bloques de polvo irradiante, / endurecidos por el vacío, / sienten su luz astillarse / cerca de nosotros; el interruptor, / como la palabra dice, / interrumpe la lectura; hipótesis: / provoca un temblor en el agua / de la presa; quizá verificable; / y otra más, casi sin sentido: / la sombra; la lámpara apagada; / que se transforma en sueño”. 
Campos Pámpano (San Vicente de Alcántara, 1957-Badajoz, 2008) es uno de los principales traductores de poesía portuguesa (Pessoa, Eugenio de Andrade, Antonio Ramos Rosa...) En 2006 recibió el Premio de Traducción Giovanni Pontierc por Nocturno Mediodía, de Sophia de Mello, y en 2008, el Eduardo Lourenço por su cooperación entre las Comunidades Ibéricas. Director de medios de comunicación, Calambur publicó su poesía reunida: La vida de otro modo (1983-2008). 
El libro de Oliveira Entre dos memorias es la última traducción que dejó, a la que pertenece el poema que cierra: “Sobre el horizonte variable / que la sal asalta, devolviendo / a todo esto / la luz del inicio; / alcanzan más allá de la nieve / una aridez salinizada; / la atmósfera se arruga / como los metales encrespados, / bajo un rumor / más corrosivo que el del viento; / la luz deja de ser la misma: / a sí misma se devora, / amarillea el retrato poco a poco; / mientras el magnesio / entra en su crepúsculo; / y la imagen, / expuesta a un ácido excesivo, / comienza a descomponerse”. 

© Manuel Garrido Palacios