Natsume Sōseki

Natsume Sōseki
Kokoro
Trad. Yoko Ogihara y Fernando Cordobés

‘Natsume Sōseki es, sin duda, el máximo representante de los escritores japoneses del último siglo.’

Kenzaburō Ōe

Ninguna biblioteca de literatura japonesa estaría completa sin Kokoro, la novela más lograda de Natsume Sōseki, la más profunda y la última que completó antes de su muerte.

Editorial Impedimenta

Manuel Garrido Palacios · Entrevista

Entrevista
de
Juan Ignacio Pérez
a
Manuel Garrido Palacios 

Juan Ignacio Pérez: Manuel Garrido Palacios nos ha acercado a la tradición oral desde la realización de programas de televisión, los estudios etnográficos y la literatura. Sus series televisivas (Raíces, Todos los juegos, La duna móvil, El bosque sagrado, La Primavera en Doñana, Rasgos...) premiadas en medio mundo, obtuvieron un gran número de seguidores (entre los que nos encontramos, y sus libros, dotados de una expresiva fuerza poética, nos muestran gentes que encuentran sentido a sus vidas en la armonía con su entorno, utilizando la expresión oral artística, la literetura oral, como eficaz medio de comunicación y aprehensión del mundo. 

Refiriéndose a la tradición oral hemos leído en sus libros distintas expresiones, como “arqueología del alma”...
Manuel Garrido Palacios: Lo es cuando tanto la mueve y busca dentro de ella.
JIP: ...y “poesía fugaz”.
MGP: Todo es fugaz menos la Poesía.
JIP: ¿Quizás estamos trabajando con imágenes del pasado?
MGP: De un pasado sin fecha. Hay cosas que están ahí desde que el neocéfalo dio su paso adelante y habría que pensar si no están desde antes de ese suceso.
JIP: ¿Qué significa para usted, en suma, este mundo de palabras lanzadas al viento?
MGP: Una fuente de todo valor. Primero, se habla. Después, se hace la Gramática. Primero se siente. Después, se analiza ese sentimiento. Significa la base de nuestro entendimiento con nosotros mismos y con los demás.
JIP: En Andalucía, esta tierra que tenemos en común varios millones de personas, encontramos diferentes manifestaciones orales muy conocidas, pero ¿existen elementos característicos de la tradición oral andaluza de los que no se suela hablar?
MGP: Andalucía es un saco grande en el que ha cabido de todo, en especial, los tópicos. Cierto que estos responden a elementos que están ahí, pero no son lo único. Digamos que los tópicos representan lo más visible y amable pues se nutre de secuencias vitales que da lo mismo que se entiendan como que no. Se va a una romería multitudinaria y al romero, en general, le da lo mismo si los actos responden a algo que pudo pasar un día lejano en los más lejanos orígenes. Lo que le va en ese momento es unirse a la sensación colectiva de gritarle a la imagen de turno, beber, como en la antigua Eleusis, para que el mito tome forma, es decir, para que ocurra fuera lo que en él es un dentro, y cantar y bailar hasta el agotamiento para consumir ese tiempo de acercamiento al Ser superior que preside la fiesta. Naturalmente, lo vive al mogollón, como cuando una banda de música bullanguera toca en medio de la multitud y no se aprecia el fondo de la melodía y mucho menos el mensaje que puede aportar al alma.
JIP: De sus viajes por el mundo, ¿qué similitudes y divergencias encuentra entre la tradición oral de unos y otros pueblos?
MGP: Los pueblos -aún los hay ágrafos- intentan contar que vienen de algún sitio y que van a otro. Vienen de un pasado en el que existía un “mundo feliz” y caminan hacia la incertidumbre, pero caminan inexorablemente, van sin remedio. Mientras andan en pos de ese horizonte que a veces abre la creencia religiosa diciendo que hay algo más allá de lo que vemos y que la razón niega, se preocupan de nutrirse, comer y de reproducirse (le llaman amar), que son las dos bases sobre las que se apoya el estar por este mundo. Lo demás, todo lo demás, pasa a un plano secundario en comparación con esto. Eso, para todos los pueblos, significa una fuente inagotable de expresión, una búsqueda de razones (inútil búsqueda) para llenar ese vacío. Expresiones que buscan los ángulos fuertes: el amor, que nos retrotrae siempre a unos orígenes felices, a una sensación perdida, y que nos lleva a la duda del muro que se levanta al final de nuestras vidas, con las dos actitudes ante él que dije antes.
JIP: ¿Qué nos puede decir sobre ese hilo invisible que une la tradición oral de unos pueblos y otros, convirtiéndola en un patrimonio universal revestido de mil y una formas?
MGP: Las expresiones orales tienden a ser las mismas que intentan decir lo que bulle dentro de nuestras dudas y que la diferencia sólo está en la forma de hacerlo: idioma (Poesía) y música para elevar las palabras a un nivel más poético, si cabe. El fondo permanece intacto.
JIP: ¿Sigue el ser humano necesitado de expresar con las mejores palabras de que dispone lo que sufre, lo que disfruta, lo que vive?
MGP: Sigue y seguirá porque es su vía de escape. Es un dentro que se hace un fuera y que quiere romper el valladar de incomunicación que se establecería si callara.
JIP: ¿Y sigue buscando el cara a cara, la oralidad, como forma de hacerlo?
MGP: La oralidad, en su forma tradicional, puede bajar de nivel conforme las generaciones próximas pasadas van desapareciendo. Pero la sociedad se preocupa de que no decaiga por falta de oralidad. La tecnología ha venido a suplir algo. Las luchas, el amor, todo aquello que antes se cantaba y que se trasmitía de una generación a otra, sale quizás en forma de juegos, por poner un ejemplo, aparte de que mucha oralidad ha ido a parar a los libros como si fuera el baúl, el último reducto que le queda. Lo cierto es que volver a tener el protagonismo que tenía no lo hace.
JIP: En uno de sus libros nos dice que los textos de tradición oral facilitan señas de identidad que unen a sus depositarios frente a los miedos humanos. Habiéndose perdido gran parte de estas costumbres de contar, cantar y recitar lo heredado, ¿por qué otras formas las hemos sustituido? ¿Qué hacemos ahora para protegernos de esas incógnitas eternas?
MGP: Estamos en un campo de batalla y, lo peor, a merced de vendedores de púlpito y estrado. Al no poder volver, como dije, cuando miramos atrás nos sentimos más perdidos que nunca, sin nada a lo que agarrarnos. No es nunca una antigualla un romance. Es, quizás, la noticia que hoy traería en primera página el diario de mayor tirada. Pero ahí entramos ya en si se lee lo que se escribe o lo que la publicidad manda que se lea. En ese campo de batalla tenemos la sensación de que nuestra huida hacia ningún lado la dirigen los cuatro “de siempre” desde sus cómodas torres instaladas a pie de liza. Lo que queda de tradición oral es seña de identidad, sin duda, pero ¿qué puede el cuento susurrado del abuelo, que contenía poesía y belleza concentradas, frente a los megavatios de potencia que nos llueven a diario? Es difícil sustraerse a que nos moje, y mucho menos, los que se incorporan al camino de la vida, que vienen ya con ello para llenar ese vacío al que me refería antes.
JIP: ¿Considera importante que la gente conozca los textos que proceden de la tradición oral de su entorno? ¿Y ponerlos por escrito es la mejor opción para mantener la tradición oral?
MGP: Es bueno que se conozcan los documentos orales; antes estaban vivos en la tradición boca a boca; al escribirlos se fijan, no son fácil pasto del olvido, pero también mueren un poco. Y así hasta que sólo sean pasto de estudiosos.
JIP: ¿Qué le parecen otras iniciativas como los grupos folk, los cuentacuentos, los festivales, la divulgación en los medios de comunicación, esta misma web?
MGP: Me parecen muy bien. Son guerreros solitarios, o en grupos leves, que salen al campo de batalla porque ven que la guerra se pierde, no la batalla, sino la guerra. Hay que agradecerles lo que hacen. Siento admiración por ellos.

JIP: ¿Se hace lo suficiente para que las obras de folklore lleguen a la gente no especializada? Y si se hace, ¿cómo casar modernidad, progreso y mirada hacia atrás?
MGP: Con respeto. Si la oralidad va a pasar a los estantes y no a las cocinas o a los patios, respeto para lo que fue y para lo que viene, aunque lo de la voz susurrante y los megavatios jueguen una partida desigual de fuerzas. Tendría que haber ya en la docencia algo que se llamara "Ciencias de la Tradición".
JIP: ¿Es el investigador un eslabón más de esa cadena de transmisión oral o la señal de que esta ya forma parte del pasado?
MGP: Es un luchador con los músculos cansados de tirar de la cuerda que aguanta lo que queda. Si lo hace honradamente y disfruta con ello puede ser útil su labor a él mismo y a la colectividad.
JIP: ¿Existe colaboración entre las personas dedicadas al estudio y a la divulgación de la literatura oral?
MGP: Existe esa colaboración porque en un momento dado los que estaban en esa lucha en solitario levantaron las cabezas para conocerse y hubo un surgir de ese interés al ver que no estaban solos. La hay. Doy fe de que la hay. Lo que no sabes tú lo sé yo y lo que no sé yo lo sabes tú. Si sumamos lo que sabemos, sabemos más, reunimos más material.
JIP: ¿Qué le parece más importante en la transmisión de textos orales? ¿El individuo que ofrece su versión personal, el texto en sí?
MGP: El texto.
JIP: ¿Y las circunstancias y el lugar donde se desarrolla el acto de la transmisión?

MGP: También, no se puede prescindir del escenario.
JIP: Además de inspiración para la evocación literaria, ¿qué encuentra el poeta en la tradición oral?
MGP: Una fuente inagotable, mal utilizada a veces. Donde bebe el egoísta, el agua se envenena.
JIP: Tiene una obra dedicada a las canciones que niños y niñas han cantado al jugar en grupo. El paso de los juegos colectivos al juego individual que prima en la actualidad, ¿cree que podría influir en la formación emocional de los niños?
MGP: Esperemos que no, pero no soy adivino. Vamos todos caminando y se sea A o Z en la sociedad, ni A ni Z han vivido aún el mañana.
JIP: ¿Cuáles podrían ser los textos tradicionales de su infancia que quedan en su memoria y por qué cree que siguen ahí, qué significaron para usted?
MGP: Cuanto más atrás vamos, sea en canciones, olores, sabores, voces, más nos acercamos a un posible origen de todo. Cuanto hacemos en ese sentido se encauza siempre por un solo camino final: el que va al origen, que es donde se justificaría todo cuanto hacemos, por qué lo hacemos, para qué lo hacemos. Ahora sólo sabemos que lo hacemos.
JIP: ¿Qué queda por hacer sobre la literatura de tradición oral y sobre la cultura oral en general en nuestro país? 
MGP: Seguir por donde íbamos. Si lo nuestro es “pasar”, dejemos al menos en los anaqueles la huella de lo que nos llegó con el tiempo.
JIP: Algunos de sus programas dejaron una huella imborrable: Raíces, La duna móvil... Sin embargo y a pesar de la buena acogida de este tipo de espacios, casi han desaparecido de la programación televisiva. ¿Cambian los gustos y hay que esperar a que entren a formar parte de próximas modas?
MGP: No. Podrá haber en un futuro miniespacios que traigan en píldoras lo que tanto costó hacer, pero ya no serán “Raíces” o “La duna”, sino espectáculos, a veces infames puntos de vista sobre algo tan emocionalmente serio. Esto sería largo de expresar. Sólo le diré que el hecho de poder hacer raíces me parece milagrosamente humano. La cosa es que salió. No lo hice para la televisión, sino para que esos anaqueles vacíos empezaran a tener sus propios documentos, aparte de alargar un poco más la agonía de los mismos en los pueblos. Siento envidia de ver estos documentos en vivo en Asia, por nombrar un ámbito. No sólo hacen lo que sea, cantan, bailan, comen..., sino que saben por qué lo hacen. Hoy es una estupidez que ante un público adiestrado en la grada televisiva, dispuesto al aplauso, lleven a una abuela a contar una gracia. Me resulta triste. Es triste. No quiero participar ya. Quede “Raíces” en su sitio y la televisión en el suyo. Cuando “Raíces” obtuvo el Arpa de Oro Mundial en Dublín yo le dediqué desde allí el premio a todos esos maravillosos seres que habían vaciado su alma para darme tamaña alegría. El premio era de ellos. Yo sólo puse el respeto por norma.
JIP: ¿Tiene nuevos proyectos sobre la divulgación de la tradición oral?
MGP: Llevo en paralelo mi labor literaria con los estudios en el campo de la Etnografía. En proporción, de los treinta y pico de libros que tengo en la calle puede decirse que veinte responden a la tradición oral y el resto a creación: novela y cuento. Lo curioso es que la novela "El abandonario”, ahora que se ha traducido a otros idiomas y he tenido que repasar las pruebas, contiene tanta tradición oral como cualquiera de los libros especializados en ella. Y es que la llevo dentro.

© Entrevista realizada para la Asociación LitOral

Eva Vaz

RUIDO DE VENENOS
Eva Vaz

TERCERA PLANTA
  
Baja a mi habitación.
Estuve pensando en tí.
Y estuve a punto de seducirme
a mí mismo.
(Leonard Cohen)

Sube a mi habitación, amor,
sabes que allí está la verdad.
Una mujer y un hombre
que comparten mucho más
que el miedo a la muerte.
Sube a mi habitación, amor,
no sea que la muerte se acerque
y nos coja
rezándole a otro Dios.
Un hombre encuentra
a una mujer desnuda
sobre la cama.
Ven aquí, amor,
vamos a matarnos de mentira.


Eva Vaz
LA OTRA MUJER
(poemas)


Todas las historias hacen la Historia, por chicas o grandes que nos parezcan, o alejadas, o insólitas, o tan normales que no imaginemos de ellas que pudieran influir una pizca en la evolución de la especie, algunos de cuyos miembros no quieren compartir la palabra como única arma posible. En el campo abierto del vivir para vivir, todo lo que no sea palabra es fracaso. «Tristes guerras si no son las palabras...» decía aquel Miguel tallador de palabras, muerto de frío en un calabozo: Nanas de la cebolla: «no sepas lo que pasa, ni lo que ocurre».
Cada cual embarcado en su guerra pacífica para aportar algo a la tarea de mejorar «esto» a lo que hemos llegado tras milenios de andar a oscuras, abro el libro La otra mujer, de Eva Vaz, en el que a través de su voz, rica de matices, surgen las historias y las guerras de «otras mujeres... la mujer en rebajas, la del pituco, la de compañía, la que comía sueños, la amante, la del sexo grande, la del perrito, la enferma, la internauta, la de las cicatrices...». Y conmueve ver cómo las guerras de carne adentro, con sus -a veces trágicas- historias a cuestas, las traza la autora de frente, sin tapujos pijoteros, para que a la vez sean tan íntimas como universales. En poco fraseo; algo así como elevar la anécdota a categoría. Y sólo con palabras.
En todas las guerras está presente el color rojo de la sangre, ese que en las páginas del libro «manchaba el jardín y la alfombra». El jardín, por esa amenaza constante de atracción desde un balcón del séptimo piso. La alfombra, por el intento de una niña rara de abrirse las venas. Emociona escuchar, o ver, o leer la última historia, en la que «ella» ya no abre sus venas para vaciarse violentamente, sino su alma para decir de aquélla, «su lejana guerra», que ahora, de mujer, es capaz de escribirla en paz -de verla con la distancia debida-, y dejar el impulso del corazón para las grandes ocasiones: «Para mi niña».
Y es porque el alma es el campo de batalla donde se dirime la vida y la muerte; ahí se fraguan esas «cicatrices atroces» que deja la indiferencia, donde con el desgarro se mitiga el infinito dolor emocional cuando alguien ha olvidado mirar las heridas. De tanto hurgar en lo más oculto del alma, Eva advierte: «Mírate y recuerda lo que eres / porque cuando vuelvas a hacerlo / ya no serás lo que ves / pero serás más fuerte / y podrás soportarlo».
Es verdad que el ser humano está solo. Aún más: es solo. Eva lo sabe y lo grita en sus versos con el calibre «times new roman»: «debería haberte dicho que estoy sola / que vivo sola / espantablemente sola / que nunca intenté suicidarme / porque no habría nadie / para salvarme». En suma, Eva Vaz repasa uno a uno los jirones que el paso por la guerra de la vida ha ido haciendo en la piel interna de «cualquiera de nosotras»; en uno de los poemas resume así ante los ojos que la leen: «Dime qué más quieres de mis sobras». De nuestras sobras.
Todas las historias son la Historia, por chicas o grandes que nos parezcan, o alejadas, o insólitas, o tan normales que no imaginemos de ellas que pudieran influir una pizca en la evolución de la especie, que no es más que sumar lo bueno de un día a lo del siguiente; especie en la que algunos miembros no saben o no quieren ver la palabra como única arma posible. Todas las historias. Hasta la del viaje de esta taza de café desde que el grano fue sembrado hasta que lo saboreo en este bar parisino a madia mañana. Lo más hermoso aquí es que Eva Vaz, en La otra mujer, obra cuajada de guerras, tan íntimas como universales, sólo emplea palabras en cada batalla, palabras de amor, palabras que buscan una luz al final del túnel; palabras: lo más elemental y noble que llevamos puesto. Palabras, en su caso, que expanden su onda hasta conseguir que las compartamos como propias.

© Manuel Garrido Palacios

LA MAGIA OCULTA DE LA LLUVIA

El Hacedor de Lluvia    ·    Le Faiseur de Pluie
Manuel Garrido Palacios
Calima Editores. Mallorca    ·    Edit. L'Harmattan. Paris

Esta novela: Le Faiseur de Pluie (El hacedor de lluvia) -segunda entrega de la trilogía de Herrumbre- sigue narrando la vida del pueblo. La primera: El Abandonario, la publicó L’Harmattan, Paris (L'Abandonnoir) y la tercera: Memoria de las Tormentas, salió en España en Calima, Mallorca, cerrando así un primer ciclo, porque Garrido Palacios continúa sacando sustancia escrita de ese pozo sin fondo tan personal, ahora, en la editorial Le Soupirail, Francia, con Touches blanches, Touches noires, que inicia y promete continuidad. Aunque podría pensarse que los hechos se desarrollan exclusivamente en un ámbito concreto, su autor los presenta como sucesos que pudieron –y pudieran– pasar en cualquier tiempo, en cualquier sitio y ser protagonizados por cualquier grupo humano, ya que la acción se universaliza y entran en juego las pasiones que siempre movieron el mundo, presentes ayer y hoy en la más populosa ciudad como en el pueblo más perdido: Herrumbre. Su autor toma al ser humano como medida para que nos cuente, a modo de coro, la tragedia de un conflicto, nunca resuelto, de unas gentes que, aunque saben que su existencia resbala por la ladera del olvido –nada nació para durar–, antes quieren dejar el testimonio de su paso por este “algo entre nadas” que es la vida.
Pour raconter l'histoire d'Herrumbre, petit village perdu dans un nulle part maudit, il ne fallait pas moins d'une trilogie. Le faiseur de pluies en est le deuxième tome. Dans ce roman, Manuel Garrido Palacios mesure la vie à l'aune de l'être humain qui nous raconte, tel un choeur infatigable, la tragédie d'un conflit, jamais résolu, la tragédie d'hommes et de femmes dont l'existence, ils le savent, est condamnée à l'oubli (...) mais qui tiennent quand même à raconter leur histoire, si modeste soit-elle, pour témoigner de leur passage dans " ce quelque chose entre deux riens" qu'est la vie.

(Edit.)

Concha Castro

Concha Castro Fernández
HISTORIA DE LA VESTIMENTA
A TRAVÉS DEL ARTE
Editorial NIEBLA

Presentación Patio Diputación
miércoles 30 septiembre 2015 · 8 tarde
Huelva 

Hans Herbert Grimm

Hans Herbert Grimm
Historia y desventuras del desconocido soldado Schlump
Trad. Belén Santana
ditorial Impedimenta

Séneca

Séneca
De la brevedad de la vida.

Ed. Aguilar
Trad. de L. Riber. 
Pról, de J.A. Miguez

Opúsculo en el que la moral del mejor es ensalzada. La vida del sabio se presenta en metáforas felices, triunfando sobre el tiempo, merced al ejercicio del espíritu. 

La crónica que nunca se publicó

 

LA BODA
Manuel Garrido Palacios
publicado en
VEINTE  CUENTOS
Planeta Humano
Barcelona

          Ayer se unieron en un para siempre tempo­ral tras la ta­pia del cemen­te­rio el Pico­labio y la Mano­li, de más conocidos en el ambiente del chaboleo, él, por su porte afa­rinao, ella por el son recio de su cuer­po, ombligo abajo, a tanto el cas­co, sin gua­rre­rías. Los vecinos no excusa­ron su au­sencia, ni tam­poco fue­ron in­vi­ta­dos al acto repen­tino, pero serán notarios de por vida de la unión, ya sentida de arre­jun­te, borrando cual­quier huella que en­turbie la memo­ria, sin suelte de intención o lengua, a menos que se las vean con el Picola­bio, que da y no pregunta. De trámi­tes pre­vios sacó el novio a la novia de casa a empe­llones, todo nervio emociona­do. La presun­ta sue­gra, tía Inma, hastío en el alma, reuma traidor, quedó a la puer­ta, abatida, inerme ante la deci­sión de la Mano­li, lavan­do luego su vir­gini­dad por cua­tro veces con el mismo rezo:
          -Ya que el mío no co­me, que be­ba.
         La novia lu­cía chan­clas sucias de barro, falda de so­brios man­cho­nes, ropa inte­rior mani­da, desme­lene que para nada realza­ba su hechura; el novio, con­junto medio de pana, o sea, panta­lón a secas, parches en ro­dillas, roal en culo, cami­sa al bies sudada. El cal­za­do de ambos era leve de piso, moda de hacer duras las plan­tas. Con la prisa de última hora no res­cató la Mano­li del techo de lata el terno festi­vo; quedó allí, tie­sa cásca­ra de noches de labor, frente a los zapatos de tacón gas­tado, re­cién dada saliva de lus­tre. 
          La chabo­la de tía Inma acoge­rá en el futuro a la pare­ja nada más concluir su luna de miel, o sea, hoy mismo. Con un barrido, la vivienda se­guirá el modelo ar­qui­tectóni­co del entor­no: la­dri­llo basto, parches, tran­cas, bido­nes en ca­nal, suelo de tierra, retre­te en bares o des­cam­pa­dos, descon­sue­los don­de caiga. 
          Los vecinos los mira­ron sin mucho ojo por cuanto las fami­lias ha­bían secre­teado el ro­man­ce, no por temor a ser pasto de revis­tas, sino por pura indi­feren­cia. 
          El Pico­la­bio tiene traba­jo ase­gura­do en el paro, y la Manoli dejará de oficiar con otros para estar junto a él, así vaya al in­fier­no montado en un rayo. El con­junto ven­drá en llamar­se el Pico­labio el de la Mano­li o la Mano­li la del Pico­la­bio. 
       La música del rito, fraguada con los rui­dos dis­tan­tes, no pareció a nadie coro de ánge­les vomi­tones, sino ba­rullo. De arras usa­ron el en­tre­lazo de manos en el choque agota­dor de un amor hecho en pie con­tra la cal, a plena luz, a jadeo entero. Tras el de­rrin­gue final de ceremo­nia ambos pro­nun­cia­ron las frases de protocolo y com­pro­miso. El Picola­bio dijo: 
       -Mira, Manoli, yo ando por ahí huye que te pi­llo, hecho un trapo, y tú, lo mis­mo, puteo va, puteo vie­ne; ¿te cuadra que nos jun­temos para darnos calor y compa­ña?.
          Ella con­tes­tó: 
          -Bueno.

© Manuel Garrido Palacios

Charles Camoin

La Maison de Paco Darrio à Montmatre
Charles Camoin (1879-1965)
Paris 
Portrait d'Albert Marquet, 1904
huile sur toile, 92 x 72,5 cm.
Musée d' Arte Moderne

MATISSE



Le violoniste à la fenêtre (1918)
Musée National
d’Art Moderne
Paris
La Femme au
 chapeau (1905)
Museum of Art
San Francisco

Première nature morte orange, 1899
huile sur toile, 56x73 cm.   
Paris · Musée nacional d'art moderne   
Paysage de Corse
huile sur carton, 16x22 cm.
Troyes, Musée national d'art moderne

Masque Nimba

Masque Nimba, Baga (Guinée)
Bois et raphia, 126 x 59 x 64 cm.
Collection personnelle
Musée Picasso
Paris

Benito Lamenca

Benito Lamenca
Exposición de su obra
1 - 14 de octubre de 2015
Colegio de Farmacéuticos
San Jerónimo, 16
Granada 

Baltasar Gracián

EL ARTE DE LA PRUDENCIA
Baltasar Gracián (1601-1658)
(Oráculo manual)
Edición de José Ignacio Diez
Ediciones Temas de Hoy

Sebastián García Vázquez




HAY QUE BAJAR
Óleo sobre lienzo (1974)
Sebastián García Vázquez
(1904-1989)
Museo de Huelva

M. A. Vázquez Medel: Francisco Ayala

Francisco Ayala:
El sentido y los sentidos
Manuel Ángel Vázquez Medel
Ed. Alfar. Sevilla 

En su día se presentó en el FNAC hispalense el libro editado por Alfar “Francisco Ayala. El sentido y los sentidos”, de Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla, libro que hace entrar al lector en los fascinantes entresijos creativos del granadino universal. Dice Medel que el amor por la obra de Ayala le viene desde mucho antes de conocerlo en persona en 1992, cuando él tiene 32 años y Ayala 86. Aunque para esas fechas ya había seguido sus pasosrra, es entonces cuando se talla un perfil más ajustado del maestro, que le permite moverse por el ámbito ayaliano cuyos ángulos convergen en el punto mágico de su mirada enciclopédica: Andalucía, Argentina, lo vivido y lo fingido, las vanguardias, una cosmovisión expresada en el ensayo, la narración, la comunicación social: “la educación ha de ser la principal vía del ser humano”, o el cine, fenómeno que “ha podido introducir su novedad bajo formas nada violentas ni agresivas, aunque tan flamantes como él mismo”.
Según Medel, en Ayala no hay solución de continuidad entre cada dimensión de su quehacer creativo, sino que todo se maja en la marmita de la “búsqueda del sentido y conciencia de los múltiples reflejos de la temporalidad [que] profundamente conectados, son el motor de su escritura”. Añade que “Ayala declara de mil modos distintos su rechazo a cualquier forma inútil de conservacionismo o coleccionismo, manifestación de apego a las cosas y al tiempo que se fue. Nada hay de elegiaco en su escritura, sino un deseo de afrontar el futuro sin la pesada impedimenta del ayer”. Dice Ayala: “He sido de aquellos que borran -y bien sé que en mi propio daño- los contomos de su figura social, quizá para sentirme en perpetua disponibilidad de espíritu frente al futuro, para evitar en lo posible la fatal fosilización del ser. Algo hay en mí que se resiste a cualquier propósito de detener y capturar el momento huidizo, una especie de repugnancia hacia el intento, por lo demás tan vano, de coagular el curso del tiempo, solidificándolo”.
Medel encontró en su camino una de las voces geniales sueltas por el universo, hecho que no quedó en estricto magisterio, sino que evolucionó hacia la amistad: sentimiento que él plasma en su obra, no sólo para ahondar en el estudio del maestro en cercanía, sino para compartir tanta riqueza de rasgos humanos y literarios de quien es eje del cuadro que describe.
Su libro viene a decirnos que la estela ayaliana sigue viva –hoy más que nunca- en su poderosa influencia, consciente de que si toda fecha es efímera, también cualquier día puede ser un esperanzador “aún”, como dijo Machado en Juan de Mairena: “Hoy es siempre todavía”.

© Manuel Garrido Palacios

Cecilia Quílez

La hija del capitán Nemo
Cecilia Quílez
Calambur Poesía

…un examen apasionado y elegante sobre el amor y la memoria. La poeta lleva de la mano al lector a través de espacios diversos de pérdida y fuego en los que explora la manera en que la experiencia, el erotismo y la intuición ayudan a respirar en un mundo hostil. Con un lenguaje simbólico y enérgico, en un tono que reivindica la propia jerarquía de mujer, son poemas que surgen desde la historia personal para cubrirnos física y espiritualmente. 

Vísteme de largo
Cecilia Quílez
Ed. Calambur 

Si alguien resucita a mitad de camino necesita el cuarto día para comenzar de nuevo a vivir. Y empieza de nuevo el cuento: recorre los pasillos de la infancia para alcanzar la gracia de poder vestirse de largo, convertirse en la que una sueña de sí misma; recorre los pasillos del amor y del deseo por desordenar la pasión que una espera para sí. Pero... ay... el dolor, el absurdo inevitable, las perdices rotas o el colorín colorado en la sangre de la herida. La poesía como razón de madrugada.
Vísteme de largo es la apuesta por romper los tópicos, morder el hueso, hilvanar las lágrimas, seducir y crecer, amar y crecer, fracasar y crecer... la vida que transcurre. Si miras a través de las páginas, encontrarás un paisaje en femenino, una visión en la que reconocerte para asumir el propio paso, el torpe tropiezo, la ambición por beberse el ahora y apurar las ganas. Poesía al límite de un latido, justo antes de quedarse sin aliento.
Cecilia Quílez (Algeciras, Cádiz) es una poeta a la que avalan los sueños, mil noches de insomnio y un gesto de rabia. Su universo poético crece como las ondas que provoca en el agua el choque de una piedra, como un marco barroco decorado con ángeles y visceras en cuyo centro está el espejo que refleja el tránsito de una mueca.

© Ana Martín Puigpelat

Otros libros de la autora: La posada del dragón (2002) Un mal ácido (2006) Mención especial del premio «Francisco de Quevedo» El cuarto día (2008)

William H. González

Romancero religioso de tradición oral
William H. González

Es verdad que los romances de tipo religioso sufren cierta desatención por parte de los estudiosos de la tradición oral, pero hay que advertir que, puestos a hacer recopilaciones de viva voz, los que entran en cada sesión de trabajo suelen ser de temas heroicos, eróticos, épicos, anacreónticos, pastoriles, satíricos, villanescos, fronterizos, jácaras en lenguaje de germanía, legendarios, caballerescos… y, en menor medida, religiosos.  Al clasificar, ordenar y catalogar el corpus cosechado tras tanto patear caminos con el oído atento, sale un ejemplario extenso del lance amoroso de Gerineldo y la infanta, y escaso de las vidas pías, lo que significa que en el seno del pueblo cala más el amante que el santo.
El romancero es poesía viva traída desde hace siglos a lomos de la memoria y más tarde de la letra impresa; viva, no sólo en los pueblos españoles en los que aún, milagrosamente, puedes toparte con la voz capaz de decirlos de corrido, sino en lugares tan diversos como California, Nuevo Méjico, Tejas, Luisiana, La Patagonia; Portugal, Marruecos, los Balkanes, Anatolia, Cabo Verde, Goa, Malaca, Guam o Filipinas.
Como a Samuel Armistead, como a Don Julio, me fascina el fenómeno de la creación del romancero oral, esa herencia en versos, ese río del idioma, siempre en trance de desaparecer como revitalizado en un continuo capear tormentas culturales. La cuestión está en no perder comba y rescatar lo que se pueda de tan hermoso legado. Nuestro es.
Con estas premisas recibo de Nueva York un libro que habla de la España que permanecerá más allá de los vaivenes y de las circunstancias. Su título: Romancero religioso de tradición oral. Su autor, William H. González, recoge y estudia nada menos que setecientos romances, fruto de hurgar en fuentes bíblicas, apócrifas y en rancias colecciones. Los divide en setenta y seis temas y estos en capítulos como Profesiones de Fe, Cristológicos, Vida pública de Jesús, Cuaresma, Semana Santa, Gloria, Navidad, Purificación, Huída a Egipto, Jueves y Viernes Santos, Milagros de la Virgen y Santoral.
Los romances tradicionales de tema religioso poseen un interés intrínseco, filológico o comparativo porque expresan poéticamente la espiritualidad de incontables generaciones. Estos romances son hermanos de métrica, dicción y, a veces, temática respecto al romancero general. Algunos son reelaboraciones de romances seculares, una adaptación a lo Divino. El relato de un romance religioso se inventa o se basa en otro, lo que forma parte de las adaptaciones literarias características del siglo XVI. Por citar, vemos cómo el romance de La Infantina se transforma en otro recogido en un pueblo de Valladolid: “Cuando Jesús iba a caza / a caza como él solía, / se ha encontrado con un hombre / triste de melancolía. / Le pregunta que si hay Dios / y dice que Dios no había. / -Hombre, que estás engañado, / que hay Dios y Santa María; / la muerte por ti vendrá / mañana o esotro día. / -Yo no le temo a la muerte / ni tampoco al que la envía. / A esotro día temprano / la muerte por él venia. / -Quítate, muerte espantosa, / déjame siquiera un día / pa confesar, comulgar / y cumplir esta alma mía. / -No te puedo dejar nada, / que el rey del cielo me envía”.
La tarea urgente es recoger, anotar, ordenar, clasificar, catalogar este ingente material sujeto al presente por un hilo de memoria; versos que expresan la espiritualidad de generaciones, un auténtico tesoro documental del romancero sacro. El trabajo de William H. González (animado por Ruth Webber) es ya fuente imprescindible para quien desee beber de la rica corriente de la poesía tradicional pan-hispánica.
Oportunas vienen aquí las palabras de un editor de Amberes, que Menéndez Pidal cita en Flor Nueva de Romances Viejos: “Hice toda diligencia porque en estos romances hubiese las menos faltas posibles y no me ha sido poco trabajo juntarlos, y añadir y enmendar los que estaban imperfectos, pareciéndome que cualquiera persona para su recreación holgaría de los tener”.
El espléndido trabajo de William H. González es un muestrario vivo del romancero que pasará la linde de los temporeos históricos de España, de la que tanto nos queda por conocer.

© Manuel Garrido Palacios

ADIVINA ADIVINANZA

2 fotogramas de la película
ADIVINA, ADIVINANZA
dirigida por Manuel Garrido Palacios
producida por TVE
Premio Internacional Arpa de Oro
en el Golden Harp Festival
Dublin

Salamanca · Identidad e Imagen

 
SALAMANCA: IDENTIDAD E IMAGEN
Proyecto del Instituto de las Identidades de la Diputación de Salamanca, en colaboración con la Filmoteca de Castilla y León, el Institut Amatller d' Art Hispanic y la Fundación Joaquín Díaz. Coordinado por Juan Francisco Blanco con Maite Conesa y Juan Antonio Pérez Millán (Texto). Imágenes de Muñoz Sendra, Pazos, Gombau, Joaquín del Palacio "Kindel", Núñez Larraz, Cándido Ansede, Ángel Laso, Alberto Cuadrado, Sierra Puparelli, Santiago Bayón, Miguel Corral, Kaoru Katayama, M. Garrido Palacios, E. Monesma, Luis Cortés Vázquez, Paulette Gabaudan, González de la Huebra, The Hispanic Society of America y Arxiu Mas, con tratamiento digital de  Jovita Femández del Campo, impresión en plotter: Forma 88, impreso por Gráficas Lope con diseño de Intergraf. 
E-mail: ides@lasalina.es
www.institutodelasidentidades.es
Sala de Exposiciones ‘La Salina’ (San Pablo 24)
3 septiembre - 4 octubre 2015
SALAMANCA



Antonio Gamoneda

Antonio Gamoneda
EL RÍO DE LOS AMIGOS
Calambur Ed.

A veces recuerdo lo que aún no ha sido, como el haber leído antes el libro El río de los amigos (Calambur 2009) dedicado a Antonio Gamoneda, título también de un poema suyo, como el que da nombre a este artículo: eco de la obra compuesta en su honor por un grupo de escritores reunidos por Rafael Saravia para cantar a quien mereció, entre otros, el Premio Cervantes; digamos para un poeta de los que marcan huella.
Saravia, “guiado por la conciencia despierta de Gamoneda y la impregnación emotiva que suponen sus poemas”, ha editado este homenaje al maestro con una nómina procedente de varias generaciones. Así, Tomás Sánchez dice que llegó “hasta Gamoneda con la sensación de quien se entera tarde de una fiesta”. Miguel Casado se pregunta “¿Córno aparece un gran poeta? Resulta difícil no sentirlo como un fenómeno misterioso”. Antonio Colinas: “Llegó a mis manos Sublevación inmóvil, libro de Gamoneda, que me abrió al campo de su poesía”. Niall Binns: “Ha de llover es una rara y estremecedora incursión de Antonio en la poesía civil”. Amalia Iglesias: “Gamoneda es un poeta transparente, universal”. Gonzalo Rojas: “Entre tantos y tantos que habré leído en español hermoso / estoy por este Antonio / del Machado para acá / que dice y entredice el Mundo”. Jorge Riechmann: “Lo ha indicado Gamoneda: La escritura no debe ser ‘explicación, referencia, adorno, rasgo de ingenio’, sino ‘ella misma realidad’”. María Nieves Alonso: “Escritura de seducción es la de Gamoneda, el autor de libros que siempre fluyen hacia lo otro”.
Guadalupe Grande: “¿Qué sucede en la mirada cuando Antonio se detiene a ver? Sucede el acontecimiento del testigo”. Lourdes de Abajo: “En esa quietud del pájaro en el deshielo, de la sombra precisa que el tiempo ahuyenta, no se envilece la soledad”. Luis Luna: “Gamoneda se apoya en su puño. Sé que piensa o descansa”. Eduardo Moga: “Leí Edad atravesado por el rayo, asombrado de no haber conocido a un poeta de tanta envergadura. Fanny Rubio: “Es la certeza que nos lleva a tantos a leer a contados poetas, entre ellos, Antonio Gamoneda”. Diego Jesús Jiménez: “Aparente quietud, tiempo herido de sombras”. Ildefonso Rodríguez: “Cada uno en su silencio, estábamos viendo los rostros invisibles (Antonio Gamoneda)”. María Ángeles Pérez López: “Es difícil salir de Descripción de la mentira. Algunos poemas tienen la cualidad de convertirse en casas, hospitales. morgues”. Antonio Marín Albalate: “La verde escritura de su mano de nieve poco antes de que pusiera en las mías el Libro del frío”. Marifé Santiago Bolaños: “Sólo un jardín o un poema vigilarían el latido”. Ángel Luis Prieto de Paula: “Hay dos momentos en la existencia de Gamoneda caracterizados por el abandono de la palabra, tras los que se produjo una suerte de restauración de la voz creadora”. Eloísa Otero: “’Que tus manos sean tan generosas como la tierra’. Parecen versos de Gamoneda. ¿Lo son?”. Juan Carlos Mestre: “Las palabras de Gamoneda ‘como una madre sobre su pequeño que sueña con cuchillos’, me protegieron durante el tiempo de las heridas”. Viktor Gómez: “Su poesía me sacudió. Abrió en mí una trocha a la extrañeza y el estupor”. José María Parreño: “Coloco una palabra detrás de otra / como pasos de equilibrista”. Lawrence Breysse-Chanet: “Desde el primer poemario, sobrecoge al lector la voz de quien Ha venido de noche”. Antonio Méndez Rubio: “¿Cómo hablar al mismo tiempo de o desde la realidad inmediata (en este país) y de o desde la desaparición de lo real (la realidad se ahuyenta)”? Eduardo Milán: “El que vive de visiones no se alimenta de cerezas”. Alexandra Domínguez: “La gente trafica con lo que significa”. Pilar Blanco: “La poesía transforma el interior de quienes la sirven”. Cecilia Quílez: “No hay canción de cuna que me despierte”. Pablo de la Varga: “Legaba la avioneta a Antonio. / Nunca se presentó a reclamarla”. Jaime Siles: “Lo sido se trasmina / en nacarada frente”. Jordi Doce: “Perfecta conclusión / que no concluye”, aunque hace pausa Ignacio Escuín: “Nunca he conocido a Gamoneda, o quizá lo conozco de toda la vida”.
Vuelvo a memorar lo que no pasó conmovido ante tanto amor escrito para el poeta, que cierra con voz quebrada: “Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu”.

©  Manuel Garrido Palacios