Alexis Diaz Pimienta

       

EL ÁRBOL DEL PECADO

Para José Antonio Santano

I
El misterio mayor de los olivos
Está en los arabescos vegetales
De sus ramas, tan ramas, tan iguales,
Tan llenas de poemas putativos.
Olivos milenarios, obsesivos
Con el color aceite del paisaje.
Olivos donde empieza un largo viaje
Hacia el pan familiar de cada uno.
Bisabuelos de nuestro desayuno.
Aderezos visuales del lenguaje.

Recuerdo mi primer encontronazo
Con su esdrújula piel llena de azares.
Yo venía en un tren. Los olivares
Hacían auto-stop, tendido el brazo
A lo Toulouse-Lautrec, no hacían caso
Al asombro frondoso del turista.
Recuerdo que era verde la autopista.
Recuerdo que eran curvos los espejos.
Recuerdo que, mirándolos de lejos,
Parecían caprichos de un artista.

De pronto se nubló, y sin previo aviso,
Goterones de aceite embadurnaron
Los techos y las calles, patinaron
Los pájaros volando, y sobre el piso
Hubo manchas de sed, hambre plomizo,
Todo tan resbaloso, dúctil, blando.
Un zéjel y un laúd de contrabando.
Una danza del vientre al son del trigo.
La tierra succionado con su ombligo
A todos los que estábamos mirando.

Desnudos y aceitosos los poetas,
Los árboles, las piedras, los collares,
Los libros, los manteles, los ijares,
Las lámparas, los sábados, las tetas.
Crocantes y aceitados los planetas
Girando alrededor de un viejo olivo.
Calientes y olorosos (con motivo).
Lunáticos y verdes (por fortuna).
Todos vadeando, al sol, la misma luna.
Todos leyendo, al sol, lo que ahora escribo.

Y las gotas de aceite en la ventana.
Y las gotas de aceite en los bolsillos.
Y manteles y sábanas con brillo.
Y no hay ropa interior hasta mañana.
Llueve aceite en Sevilla y en La Habana.
Canta el pan en Jaen y en El Vedado.
Huele a sexo y a mar recién horneado.
Huele a "moja la molla" y "chupa el dedo".
Yo quería ser virgen, y no puedo.
El olivo es el árbol del pecado.

II
Con un poco de aceite y una vela
Me dijiste, no temas, tú tranquilo,
Y en mi espalda desnuda sentí un hilo
De sabia prospección, de vil cautela.
La música dictaba un duermevela
Inducido a conciencia y a destajo.
Tus manos, en jornada de trabajo.
Tu lengua en un ritual húmedo-audible.
Yo interpretando, lo mejor posible,
mi papel de pan negro boca bajo.

Goteas, lentamente, y me estremezco.
Tus manos no son manos, son esporas.
Resbalo sobre el aire, unto las horas,
Goteas, lentamente, y anochezco.
A cuentagotas, ¿ves?, desaparezco.
Estaba y ya no estoy. Era y no existo.
Gimes, me visto, gimes, me desvisto.
Soy el pez, soy el charco, soy el fuego.
Un pan negro cortado para luego.
Un pan negro mojado de imprevisto.

Y pensar que no sabe el estanciero
sembrador de olivares en Baena,
Que la parte final de su faena
Se resume en un "ponme tú primero".
Y pensar que el sudor del jornalero
Aportó a estas turgencias y gemidos.
Los troncos jorobados o partidos.
Las gotas de Rocío evaporadas.
Todo para cenarnos, entre almohadas,
Dos cuerpos extravirgen bien servidos.

Mojemos en aceite los poemas.
Mojemos en aceite los recuerdos.
Los senos ambidextros (o ex-izquierdos),
Los tíquets para el cine, los problemas.
Soy tu vela de aceite y tú me quemas.
Soy tu pan con aceite y tú me muerdes.
Mojemos en aceite y no te acuerdes.
Mojemos y no grites y no corras.
Después, con las gotitas que te ahorras,
Plantamos otra vez palabras verdes.

Muérdeme por el sur, que estoy crocante.
Muérdeme por lo negro, que estoy blando.
Moja tu voz en mí, y sigue callando.
Dale al aceite voz y que el pan cante.
Todo se vuelve un circo delirante.
Un complot del también y el demasiado.
Aceite. Desnudez. Hambre. Bocado.
Luz. Migajas. Calor. Sábanas. Besos.
Perdónanos, señor, por los excesos. 
El olivo es el árbol del pecado.

© Alexis Diaz Pimienta. Cuarto de Mala Música . Almeria, julio 2014.
© Fotografía Héctor Garrido