Carlos Aganzo

                      

Carlos Aganzo
La hermosura
Veintisiete poemas con Juan de Yepes
Prólogo de Antonio Colinas 
Colección Libros del Aire/poesía



Carlos Aganzo (Madrid, 1963) poeta, escritor y periodista, dirige desde 2009 el diario El Norte de Castilla de Valladolid. Es asesor de la revista cultural El Cobaya y responsable literario de los Premios Internacionales de poesía San Juan de la Cruz y José Zorrilla. 
Su abundante obra poética ha merecido los premios Jorge Guillén, Jaime Gil de Biedma y Universidad de León de Poesía. En septiembre de 2012 le fue concedido el Premio Nacional de las Letras Teresa de Ávila.
En palabras del autor: «Los veintisiete poemas que se contienen en este libro, una selección amplia de mis textos iluminados directamente o indirectamente por esta luz, no son sin embargo poemas dedicados 'a' o escritos 'para' el maestro. Son poemas escritos 'con' Juan de la Cruz; a zaga de su huella, sí, pero absolutamente personales e incardinados en mi manera de entender la poesía, bien distinta de la del fontivereño».
Antonio Colinas dice de La hermosura en su prólogo: «...el libro de Carlos Aganzo es muy de él y muy de nuestros días. El nombre y los ecos de Juan de Yepes pueden andar por sus poemas, pero el mensaje primero de estos es otro, el de los temas eternos: el amor, la soledad, el viaje, la contemplación…».

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Pilar Paz Pasamar

Los niños interiores
Pilar Paz Pasamar
Ed. Calambur

“De pronto los árboles se ponen a escribir / transforman sus raíces en plumas de escribir / los pájaros anotan con plumas de escribir / mientras otros colocan sus plumas y subrayan / Yahoo y punto es. / Arroba y punto net (todo se escribe) / Hotmail punto com (todos escriben) / Todos se comunican. La luna arroba arriba. / Redondo signo blanco. / El sol y punto net redondo y amarillo. / La tierra en su formato de polos aplastados. / El alma a solas. Qué”.
Pilar Paz Pasamar, jerezana, gran dama del verso, publica Mara con 18 años, poemario que elogia Juan Ramón Jiménez y que Manuel Moya valora como “desacostumbradamente hondo para una adolescente”. A Mara le siguen Los buenos días (1954), Ablativo Amor (1956) Del Abreviado Mar (1957), La Soledad Contigo (1960), Violencia Inmóvil (1967), La Torre de Babel (1982), Textos Lapidarios (1990), Philomena (1994), Sophía (2003), La Alacena (1986), Ópera Lecta (2001) y los ensayos Poesía femenina de lo cotidiano (1964), La poesía femenina hispanoamericana (1992), Fernando Quiñones y José Luis Tejada en la época de Platero (2000) y En tomo a Rafael Alberti y las Américas (2001). Para teatro escribe El Desván (en colaboración con José Mª Rodríguez Méndez, 1955), y Campanas para una ciudad (1987), y en relatos, La Dama de Cádiz (1990), Historias Balnearias (1999) e Historias Bélicas (2004). Académica de la Hispanoamericana de Cádiz y de la de San Dionisio de Jerez, da vida a la revista Platero junto a Quiñones, Mariscal, Bonald y Tejada.
De Los niños interiores, editado por Calambur y galardonado por los Premios El Público de la RTVA como el mejor libro de poemas de 2008, se dice en la solapa que es “libro de madurez, sorprendente, que corona la trayectoria de sus grandes temas”, como la memoria: “sucedió contigo / lo mismo que otro tiempo / sucediera en la etapa de las briznas / cuando el niño llegó frente al tendero / con la hucha acariciada / y el hombre sopesó con las dos manos / su contorno de barro, como el de una granada / de recóndito jugo apetecible // ya rota la alcancía, desparramado el contenido… //
Así guardé tu gesto y no te dije nada”; la trascendencia: “en la inocencia plena y absoluta, / en desnudez, en cueros, / ya solo el balbuceo nos precede // El tiempo nos reclama / el sitio que ocupamos”; lo humano: “El cuerpo, este preludio de lo eterno / lo siento y toco y miro y me pregunto / si no son demasiadas esas atribuciones / que le otorgamos siendo poca cosa. / Y sin embargo, es a través del cuerpo / con que te reconozco y te comprendo. / El tacto te vocea y te proclama. / En el placer la gloria y en el suave / contacto la armonía. / Bulbos acariciados somos en primavera, / unos con otros, sépalos / humedecidos, tiernos. / En la boca el pezón que se estremece”; lo divino: “Pinchos de alambre coronaban su frente, / taladraban las sienes. Apenas si podía / sostener en las manos el humillante cetro. / Entre tanto dolor, el Nazareno / recordaba el olor de Betania // y el olor del perfume con que la de Magdala / ungió sus pies que luego secó con sus cabellos”; lo cotidiano: “Aguardo audiencia con su excelentísima / y con su serenísima ilustrísima / y con su nobilísima / y su presidencial y viceversa / y con el secretario / de la secretaría / y con el consejero / de la consejería, / con el cofrade de la cofradía, / con el notario de la notaría / frente a la ventanilla del cajero, / ante el lotero de la lotería”; la mística del vivir: “La casa es muda y ciega, blanca e imperceptible / su longitud de nieve, su ardido camuflaje, / oro de soledad renovado en las horas / tramo de la escalera prendido a su clausura / el interior absorto se inflama, hace reclamo”; lo sufrido: “Las aves migratorias que cruzan el Estrecho, / su cielo azul, avistan lejanos tendederos / donde van a secarse, flameando banderas / los restos de otros cuerpos, las prendas desprendidas / por el mar, de otros miembros / que ondean como algas, o caen en las rocas, / donde las aguas lamen los restos naufragados”; lo gozado: “El oro derretido, tan puro y tan caliente, / ebrio en la pleitesía de la estación dorada, / frente a tanta belleza, nos acerca al principio, / al amor inicial escondido en espera, / a la alquimia del beso”; la ternura: “Si te dejaras sostener en mis manos / serías un libro abierto y al besarte / un labio y al moverte, / mis pies”; la sabiduría: “Tu nombre no figura en la lista de accesos / al porvenir. Tú nunca lo tuviste. / Ya te vas, y no estás ni siquiera empezada”; lo popular: “La Palabra es la táctil / tarea que te impongo / tan rápida y tan fácil. / Primero fue el silencio, / La Palabra, más tarde”; lo culto: “Braschessi, descubierto en la dulce Florencia de los Médicis, en la galería Ufficci. Por ser amor platónico tardó más en borrarse de mi pensamiento”; la vivencia sublimada: “Cuando así me miró en aquella edad / que todo para él era sorpresa, / puro descubrimiento, hallazgos de tesoros / prohibidos, cerraduras y cofres, / fragancias y fragmentos para él inservibles, / digo que cuando aquella vez me miró, la primera / de un desvelar insólito por triste, / o amargo, no lo sé precisamente, / algo quedó por siempre en mi memoria”; las preguntas sin eco: “A través de los años no obtuvo las razones / del por qué de su infancia cercada y oprimida, / del por qué de sus días en Auschwitz, las hambrunas... / Con los ojos abiertos, echado en el asfalto / aún seguía inquiriendo respuestas”; o la vinculación entre el creador y el mundo con la inocencia de la niñez que grita en los dentros: “Nido inmenso es el mundo / por donde nuestras bocas / insaciables asoman / como crías hambrientas”.
Versos de Pilar Paz Pasamar que impulsan a volver al principio para saber que “los árboles hoy se han puesto a escribir / con plumillas de aquellas que portaban los cofres / de los niños pues quieren dedicar su madera / a estuches sapienciales, antes que ágrafo el mundo / olvide la escritura”. Me siento árbol.

© Manuel Garrido Palacios