Ernesto Cardenal

VERSOS del PLURIVERSO
Ernesto Cardenal

SALMO 1
Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gangsters
ni con los generales en el Consejo de Guerra.
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio.
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
Será como un árbol plantado junto a una fuente. 

El poeta estuvo en Huelva, visitó a quien quiso, leyó versos en una librería, habló de lo divinamente humano, o al revés, del Uni-verso (un verso) y del Pluri-verso (su obra) (ya plagiado el título por algún aficionado a estas cosas), lo escucharon unos cuantos y se fue de vuelta a Nicaragua: “Todo en el universo gira. ¿Y el universo gira también? ¿Y gira en torno a quién?” No sólo dejó su palabra en el aire salobre de los cabezos, sino escrita en unos libros a la mano de todos: “Esfera es el deseo de un ser de ser lo más pequeño y simple que pueda ser” Ahí está su obra para quien quiera compartir con él que “Nuestro ciclo es el de las estrellas. Con la creación comenzó la expansión. Y tiritan azules los astros a lo lejos”. Me conmovió la noche de la lectura (quince asistentes): fue la atmósfera creada con su presencia: “Cada vez más inadecuado pensar como individuos”. Aquello era el libro sobre el libro, el gusto y el regusto, el pararse a escuchar una voz sin más bandería que la de los versos: “Todo se interpreta con todo”. Era su verbo sólido, tallado, en paz consigo, en guerra permanente con las circunstancias. Era el proyecto de un joven talludo nimbado de blanco de querer conocerlo todo y reconocerse en ello: “Materia viva y no viva son lo mismo”. Era apartar a cada momento la paja del grano para llegar a los centros de las cosas: “Si el espacio-tiempo se viera tendría forma de espuma”. Era una lección improvisada para un puñado de personas atentas, que no pretendían salir en la foto para enseñar mañana. “Mira, aquí está Ernesto Cardenal conmigo”. Era, fue, lo será en la memoria silenciosa un acto emocionantemente simple, pura sensación, curso acelerado de muchas disciplinas, fruto de un respeto imponente a la experiencia de una vida, cuya expresión brota en la poesía desnuda, más que nunca desnuda: “Cuando no tengas respuesta, mira las estrellas”.
Su voz no le venía del hoy agotador de tanto viaje, sino del ayer recio cuya esencia lo acompaña como pícaro destrón: “Solentiname. Suelo constelado de luciérnagas y cielo con millones de reacciones nucleares. Alcé una semillita de zacate. De zacate pará que cubre todo el postrero y entendí que el tamaño no es importante”. Su mirada interior estaba situada a la justa distancia para que el árbol no le impidiera ver el bosque, y él entraba y salía del bosque, y llevaba y traía al leve auditorio al bosque y la librería era un hermoso bosque de libros, de palabras, de ideas, de saber que “Todo está conectado con todo”. Una luminosa noche de Poesía con mayúscula: “Entropía es el tiempo que se va y no vuelve nunca para atrás. Las curvas exponenciales de sus cuerpos: todas las muchachas que yo amé se las llevó la entropía. Cada encuentro de dos unifica el universo”. Lo expresé allí: me gusta esto, me emociona que hayamos vivido esto, me parece que lo que hay que hacer es esto, un ‘esto’ mágico más allá de la palabrería y la vaciedad que nos inunda como el peor de los sunamis. Un ‘esto’ que subraya lo que dice el poeta: “Todo lo posible es real en algún sitio”.

© Manuel Garrido Palacios