Manuel Garrido Palacios

L'ABANDONNOIR
roman
Traduit de l'espagnol par Isabelle Toledo et William Rozenblat

A Herrumbre, petit village perdu au milieu d'un nulle part maudit, il ne reste plus personne, sauf un vieux corps allongé sur son lit de mort qui, en attendant son enterrement, raconte, à son vieil ami Tasio qui le veille, l'histoire de son village et de ses habitants. Sans même savoir si celui-ci, unique et dernier survivant, est capable de l'entendre, le mort se lance dans un interminable soliloque d'une vitalité extraordinaire et plonge dans les abîmes d'une mémoire collective peuplée de personnages pittoresques, d'anecdotes quotidiennes, d'intrigues, de tragédie, d'amour et de haine.

LE FAISEUR DE PLUIE
roman
Traduit de l'espagnol par Isabelle Toledo et William Rozenblat
Pour raconter l'histoire d'Herrumbre, petit village perdu dans un nulle part maudit, il ne fallait pas moins d'une trilogie. Le faiseur de pluies en est le deuxième tome. Dans ce roman, Manuel Garrido Palacios mesure la vie à l'aune de l'être humain qui nous raconte, tel un choeur infatigable, la tragédie d'un conflit, jamais résolu, la tragédie d'hommes et de femmes dont l'existence, ils le savent, est condamnée à l'oubli (...) mais qui tiennent quand même à raconter leur histoire, si modeste soit-elle, pour témoigner de leur passage dans " ce quelque chose entre deux riens" qu'est la vie.
NUIT DE CHIENS
roman
Traduit de l'espagnol par Jean-Marie Flores

Le chien est le meilleur ami de l'homme mais l'homme, quelquesfois, par égoïsme ou indifférence, ne répond pas toujours à cette amitié. Il n'hésite pas à l'abandonner sur les routes ou dans un chenil dès qu'il devient encombrant. Dans ce recueil, Manuel Garrido Palacios nous offre par petites touches très fines un magnifique tableau mettant en relief la générosité désintéressée de l'animal.

© L'Harmattan

Miguel Ángel · Crocifisso

II Crocifisso di Santo Spirito
Miguel Ángel Buonarroti 
Florencia


Cuando en 1962 se hace un censo de crucifijos toscanos -estilo, historia, tipología-, a Magrit Lisner le llama la atención uno de madera guardado en la pared del Refectorio del Convento de Santo Spirito y pide que se restaure. Eliminado lo sobrante, sale a la luz una obra que la estudiosa alemana identifica como el crucifijo que Miguel Ángel había realizado -según escribieron sus biógrafos Condivi y Vasari- para Niccoló Bichiellini, prior de Santo Spirito, a cuyo hospital anexo el artista acudía para sus estudios de anatomía. En 1964, el crucifijo es expuesto -como obra juvenil de Miguel Ángel- en Roma (Palazzo delle Esposizioni) y en Florencia (Casa Buonarroti). En diciembre de 2000 vuelve a Santo Spirito. Su ubicación originaria, "sobre el medio tondo del altar mayor", anota Vasari, tras unas modificaciones estructurales en los primeros años del Seicento, ya no es apta para acoger la obra. Se elige la Capilla Barbadori. Miguel Ángel habría esculpido el crucifijo entre 1493 y 1494, a los 18 años de edad. Dice Vasari que Miguel Ángel hace la figura "al gusto del prior" quien le dio "disponibilidad de estancias". El lugar donde debía colocarse ejerce su influencia sobre las características de la obra. Condivi añade que la altura del Cristo es "poco menos que la natural (de una persona)". El crucifijo es la primera obra de Miguel Ángel para una iglesia y, probablemente, la primera de sus figuras de grandes dimensiones. Miguel Ángel esculpe el cuerpo del Cristo desnudo. Lo asombroso en el Cristo di Santo Spirito es el sentido de la superficie viva, del cuerpo modelado, casi real por su naturalidad, que Vasari describe como hecho de "carne y delicadeza..." 

© 
Ayuntamiento de Florencia. Asesoría para la Cultura

Torillo andaluz

               

El torillo andaluz es un pájaro con planta de codorniz, más chico. No es que no quisiera estar junto a nosotros, sino que lo echamos de nuestro lado, es decir: matamos los últimos ejemplares que quedaban en un arranque de valentía, fuerza, poder y otros atributos de nuestra especie. Hace décadas que su mugido, más que canto, no se escucha en los bosques del Sur, y que su nombre aparece en los tristes catálogos de especies que desaparecen; mugido que podía hacer temblar al más pintado en mitad de la noche por su similitud con el del toro; eso parecía (de ahí el nombre) detrás de un seto, en vez de una tímida criatura de pocos centímetros bajo un matojo. Unos investigadores andan empeñados en retomar el final del torillo andaluz y convertirlo en principio; o lo que es lo mismo: devolverlo a su casa natural. Proyecto que empezó sólo con la idea, pero que ha tomado rango de relaciones internacionales. Hace un tiempo se presentó el resultado de la prospección llevada a cabo en Marruecos a la búsqueda de este animal que se fue de nuestro lado. Y los datos fueron alentadores, capaces de mantener viva la esperanza de recuperarlo. Mediante equipos sonoros de identificación pudieron detectar la presencia del torillo andaluz al sur de Marruecos, grabaron sus huellas, intuyeron la ubicación de sus nidos, aunque no llegaron a verlo, como si el pájaro se hubiera vuelto más esquivo de lo que era y huyera de los humanos. Eso sería una interpretación idealista, pero deja abierto el debate de por qué el hombre destruye indiscriminadamente el mundo como si éste fuera su cortijo particular. 

© Manuel Garrido Palacios

Niccoló de Bolonia

Niccoló de Bolonia (1435-1494)
Carga de provisiones en el barco
Biblioteca Apostólica Vaticana
Roma

Fra Angelico

Anunciación
Florencia · San Marco
Puerta del Armario ‘degli Argenti’ [de la Plata]
Anunciación (1438-445)
Florencia · San Marco
Fresco 176x148
Anunciación (h. 1440) Fresco 250x297 
Florencia · San Marco
Colofón de la escalera de acceso a las celdas
Guido di Pietro dit Fra Angelico
Florence, 1417-Rome, 1455
Le martyre des saints Cosme et Damien (1438-1443)

Elément  de la prédelle du retable commandé par la famille Médicis pour orner le maître-autel, dédié aux saints Cosme et Damien, du convent du San Marco de Florence. A cet ensemble appartenaient La Vierge et l’Enfant entourés d’angel et de saints,  (Florence, Museo di San Marco), peut-être flanquée à l’origen de pilastres peints avec de petites figures de sainsts, et huit autres éléments de prédelle partagés entre le Museo di San Marco et les museos de Munich, Dublin et Washington. La scène est délimitée de chaque côté par deux pilastres dorés. 

MGP     

Santi Feliú por Alexis Díaz-Pimienta

Réquiem por Santi Feliú
Alexis Díaz-Pimienta

Estas décimas no fueron escritas, fueron improvisadas, en la cantata y homenaje póstumos que le hicimos a Santiago Feliú en La Habana, al día siguiente de su muerte, tan repentina y triste. Yo había acabado de llegar y no pude dejar de ir al patio del Instituto Cubano de la Música. Allí había cientos de amigos y admiradores. Yo no iba a actuar, iba de público, a rendir tributo al gran Santi. Pero varios amigos me pidieron que actuara, y uno de ellos me dijo antes de subir al escenario: ¡Pobre Santi, estaba tocando el piano cuando le dio el infarto! Subí y nacieron estas décimas que meses después alguien transcribió de las grabaciones de vídeo, y las puso en Facebook. Gracias, Ivette Carnota, por haberlas compartido conmigo. Mi recuerdo eterno al gran poeta, al gran artista Santiaguito Feliú. La foto es de Alejandro Ramirez, tomada de un artículo de Mónica Rivero en el portal Oncuba: http://oncubamagazine.com/cultura/santiago-feliu-melodia-desenfado-poesia/

Estaba tocando el piano
Cuando sintió un dolor fuerte.
Callada llegó la muerte
Para callar al hermano.
Estaba tocando el piano
Tranquilo, de madrugada.
Estaba como si nada,
Como siempre, componiendo,
Estaba sueños tejiendo,
Con el sol en la mirada.
Estaba tocando el piano
Cuando la muerte llegó.
Una canción se quedó,
Sangrando entre mano y mano.
Estaba tocando el piano
Cuando se le fue la vida.
Su cuerpo tuvo una herida
Que no pudo soportar.
En todo Infanta y Manglar
Se escuchó su voz dormida.
Estaba tocando el piano,
Componiendo una canción,
Diciéndole a la razón:
Aún queda aquí un ser humano.
Estaba tocando el piano,
Donde quiera se escuchaba
Una tercera, una octava,
Una tecla, otra, su voz.
Y de pronto pasó Dios
Porque lo necesitaba.
Todo el mundo lo recuerda
Como un hombre coherente,
Viviendo derechamente,
Pero soñando a la izquierda.
Su mano zurda concuerda
Con el zurdo ser humano.
Muerte, quisiste temprano
Callarlo, ponerlo triste.
Muerte, pero te jodiste
Estaba tocando el piano.

© Alexis Díaz-Pimienta
www.proyecto-oralitura.blogspot.com
Almería. Granada. España

Alosno

Foto histórica extraída del libro
ALOSNO, PALABRA CANTADA
(Fondo de Cultura Económica. México-Madrid)
Sebastián Perolino, Juan Díaz, Paco Toronjo
y Bertolomé Cerrejon, el Pinche

Se celebró en Alosno –tu pueblo, el mío– un homenaje a Paco Toronjo, que es como decir un homenaje al fandango, esa seña de identidad cantada que él convirtió en monumento con su modo al expresarla. Sucedió coincidiendo con el concurso anual que Alosno hace a ese tesoro que es su cante, si no fuera poco el rosario de celebraciones propias que luce durante el año y que le llegan de tan antiguo.
Emociona comprobar que exista un pueblo que siga alimentando su alma de sus ricas esencias; un pueblo que tenga tanto que decir y lo diga en cada ciclo vital con una seriedad y una elegancia conmovedoras; un pueblo que no recurra a espectáculos efímeros de los que pasan sin pena ni gloria, sino que sea capaz de abrir su despensa de valores y sacar unas Cruces de Mayo únicas, remotas, templos sagrados del amor pendiente, de la vida, y siga después con su San Juan, que es cita obligada, recuento alosnero, y que ahora, desde hace unos años, se descuelgue con una convocatoria de hondas raíces para darle aire al fandango: una de esas perlas invalorables que guarda en el cofrecillo de los sentimientos.
Alosno es un Universo. ¡Si lo sabrá quien esto escribe! Es cierto que formando parte del Universo global; o, reduciéndolo: del provincial, del nacional, pero aportando tal torrentera de elementos, que a poco que se “engarafite” desborda cualquier valoración que se haga. Y es así porque las nuevas generaciones, por un impulso misterioso, por un latido cuya dimensión escapa a los razonamientos, retoma el pasado, lo remoza, lo hace más suyo –porque suyo es ya– y lo encauza por la vida con una fuerza que sorprende, que rompe esquemas y que, sin salir de ese Universo, vuelve a fijar a cada poco las reglas por las que la fiesta íntima del pueblo tiene que caminar.
Digo esto porque hace algunos años grabé un disco con su gente –pronto se va a reeditar– llamado así: Alosno, en el que, por poner un ejemplo, Rosario Correa cantaba unas seguidillas alosneras (que no sevillanas) con la música que ella traía en la memoria y que correspondía al viejo romance que cuenta los amoríos de Gerineldo con una infanta. Aparte de la belleza que destila esa música (puedo decir que de las veintitantas versiones que he recogido, la alosnera es la melodía resuelta con más gracia) pensé al escucharla que era un camino a seguir para las músicas populares que podían caer en desuso: darles otra expresión además de la suya. Y para mi sorpresa, este año, en varias “colás” pude comprobar que lo que se cantaba, entre otras seguidillas alosneras, era la melodía del romance de Gerineldo, con lo que el milagro de la transmisión oral estaba cumplido.
Alosno es un pueblo de creadores, de oídos finos y voces que te remueven por dentro. Es pueblo que escucha al que viene a cantar, pero hasta ahí, porque Alosno se basta para cantar sus cosas, que es cuando saca a relucir esa esencia, ese pulso acelerado, esa humedad en los ojos, ese estado en el que se unen pasado, presente y futuro en una noche de pura emoción. Es lo que viene en llamarse una “alosnerá”.

© Manuel Garrido Palacios

Benito Lamenca

Benito Lamenca
OASIS DE PERDICIÓN
7 á 31 enero 2015
Sala de Exposiciones Granada
Paseo de la Estación, 6
JAÉN

MIGAS

MIGAS

Este es un plato a base de pan, papas, pimientos, ajos, agua, sal, aceite y manteca de cerdo. Según Juan Canterla, en la aldea de Castañuelo «cuando se sembraba había que madrugar. A las cinco de la mañana salía un lucero muy reluciente y era la señal que teníamos, sin otro reloj. Si habría gañanes, que conocí en el Esparragal hasta veinte cangas de mulos en la misma besana. Los más viejos eran los encargados de hacer las migas para el desayuno».
Las migas portuguesas llevan huevos batidos, pan, comino, pimentón y panceta. Las de pan duro se hacen con aceite, panceta, chorizo y ajo. Las campesinas, pan duro humedecido frito en rica grasa de cerdo. Las de matanza, hígado y asadura. Las de pastor se hacen con pan asentao, aceite, grasa, ajo, sebo de cordero, sal y agua. Con picotazos de unas y de otras pueden componerse otras recetas migueras a gusto de cada paladar, como las migas mudéjares o moriscas, teniendo siempre en cuenta lo que marca el refranero: «las de pan, a las dos vueltas están; las de labrador, contra más vueltas, mejor», según la palabra de Carmen en Santa Ana la Real.
Benito de la Morena aporta este dato: "En Cádiz se toman como desayuno sólo poniendo las migas refritas, sin aderezos; también con uvas están muy ricas en postres".
En la marisma se trocea el pan a navaja o a pellizcos; se le pone una pizca de sal y agua y se deja reposar. A la mañana siguiente se hace un sofrito con ajos y aceite y se le añade el pan, mezclándolo todo en un perol de hierro. José Carretas las sabe hacer así: «Desmigo el pan a retorciones, si lo tengo, del día anterior, asentaíto; luego echo en un cacharro agua con sal, no mucha; hago mi prueba al estilo de una comida, y cuando lo veo bien voy echando tongás de pan en un plato aparte rociándolo como se hace al planchar la ropa; cuando ya está la miga empapaíta la empiezo a mover al estilo de un harnero de estos de cernir el trigo, tirándola al aire y recogiéndola, sin dejarla esponjar, para que quede suelta. La dejo reposar cinco minutos mientras pongo un dedo de aceite en la sartén y echo los ajos, sueltos, con la cáscara, diente por diente, a razón de una cabeza por persona; ya que están doraditos, los saco, echo el pan y lo muevo a fuego lento; si es de carbón, mejor, más rico sale; se empapa todo el aceite y no dejo de meter y sacar la paleta como oreando el pan, y en cuantito toma su color, añado los ajos que saqué antes. Algo más de meneo y a la mesa. Es comida antigua. Lo suyo es usar un perol de hierro y comerlas con cuchara de madera, dando sorbos de café negro». Los villancicos dicen:
En el portal de Belén
un pastor hacía sus migas
se le cayó la sartén
y acudieron las hormigas.

Sobre las migas de pastor, en el Andévalo, a las que llevan leche en vez de agua se les llaman migas canas. Cada quien le pone lo que tenga más a mano y en el oficio de pastor, ya se sabe. Del color le viene el nombre. «Cuando se hace la matanza del cochino, a renglón seguido nos ponemos a hacer las migas de invierno con papas fritas o cocidas, pan y un chorreoncito de mosto. Luego se quita el aceite y se añade ajo y sardinas embarricás». Las migas de perro se hacen en Zalamea la Real con pan, agua, sal, ajo y aceite; se suelen comer con sardinas asadas.
-Oiga, ponga otra ronda y un plato de migas igualito al anterior. Gracias.

© Manuel Garrido Palacios

Nelly Kaplan

Nelly Kaplan
Memorias de una lectora de sábanas
Edit. Luces de Gálibo. Narrativa (nº 1)
Libro incomprensiblemente inédito en castellano hasta hoy
(Ed.) Traducción: Marina Abad

ADELINA BONPLAND

ADELINA BONPLAND
La viajera olvidada
L’ Harmattan. Paris

En la lista de las "mujeres viajeras" que recorrieron la América de los Libertadores, falta un nombre: Adelina Bonpland. Ella nunca publicó la narración de sus extraordinarios viajes. Durante años los periodistas deleitaron al público con las anécdotas del extraño periplo de aquella francesa, en una época en la que el fervor por las revistas de viajes era grande. Adelina se hizo célebre. Doscientos años después, aquí está el relato de la vida azarosa y el retrato de este personaje de excepción.

Ed.

Manuel Silva

DULCE VIENTO
Poemas, canciones y reflexiones
Manuel Silva

En lo cotidiano hay siluetas sin nombre
contraluces de apariencia.
Y detrás se trazan puentes,
rutas hacia lo desconocido,
escaleras que suben desde el fondo
hasta el infinito azul del cielo.

Son versos de Manuel Silva (Lepe 1966-Ronda 2007), autor del libro ‘Dulce Viento’ (poemas, canciones y reflexiones), y del CD ‘La brújula del amor’, obras que conforman su último proyecto, al que familia y amigos han querido vitalizar en homenaje y recuerdo al ser querido que se fue tan temprano.

A veces busco la Vida
por el alto de los cerros,
por lejanas latitudes,
perdido por los desiertos.
Y a veces buscando la Vida,
cuando más lejos me encuentro,
de pronto caigo en la cuenta
de que no estaba tan lejos,
de que siempre estuvo ahí,
y no la sentía en mi pecho.

Dice J. M. Rodríguez en el prólogo que Manuel Jesús Silva Álvarez “con once años manifestaba muchas cualidades artísticas para la música y la poesía, a la vez que emanaba de él una calidad humana poco habitual para un niño tan pequeño […] Fue quinto de seis hermanos nacidos en el seno de una familia humilde […] en la que Rosario, la madre, fue la gran heroína, vencedora de todas las batallas […] mujer que bien podría tener un lugar reservado en cualquier altar, ya que el única arma que utilizó en su lucha con los avatares de la vida fue el amor […] Manuel, a quien cariñosamente llamábamos Manolíto, fue desarrollando poco a poco esas aptitudes que nacieron con él; el hecho de que tuviera que vivir su infancia y adolescencia fuera del seno familiar, lo hizo madurar rápidamente, experiencia que él supo asumir con sabiduría poniendo música y verso a cada lágrima, a cada "quejío" que arrancaba desde lo más profundo de su alma. Dedicó su vida a cultivar la paz interior y la armonía con la naturaleza, canalizándolo todo a través de su arte”. “Si en realidad lo que deseas es encontrar el sentido de la vida, entonces ve y pregunta a los más grandes maestros, lee y busca en los textos sagrados de oriente y occidente, practica sus rituales y sus oraciones, esfuérzate en su disciplina y haz todo lo posible. Pero si aún así, después de intentar todo esto, no has encontrado la respuesta a tu pregunta, entonces, párate un momento, deja de buscar y siéntate junto al río y mira el agua pasar”. Juan Carlos Chans escribe que Manuel Silva supo reflejar en sus letras “una relación humana con el mundo y los sentimientos”. Sus canciones vienen cargadas de mensajes, “de movimiento perpetuo”, traen el afán de “buscar y buscarse”, sorprendiendo su “talento especial para la comunicación” y su “deseo de ser desbordante, cantautor de temas humanos, acaso humanismo musical, emotividad a flor de piel, cantando respuestas donde no siempre las hay”.

Llega el otoño del día,
llega la tarde y se va,
llega la noche y me envuelve
en su plena oscuridad.
Llegan las horas perdidas
de tanto pensar y pensar,
luego se acerca la Vida,
dando pasos a escondidas,
me besa, me abraza y se va.

Leído el libro tras escuchar el disco, creo que tenían razón David, Héctor y Selene en profesar un especial cariño por el amigo y artista Manuel Silva. En realidad, ellos nunca se equivocaron al internarse en el bosque sagrado de los afectos. Escribe él: “Lo más importante que tiene el arte es la capacidad de despertar la sensibilidad de las personas. El corazón despierta para contemplar, sentir, gozar y respirar la belleza que envuelve la vida. Si creo en lo que soy también estoy creyendo en lo que somos. Ser uno mismo es la forma más fácil de convivir con los demás. Cuando tenemos miedo a que nos vean tal como somos nos escondemos detrás de máscaras de falsas apariencias, y nos hacemos la vida más compleja, llena de estrategias por asegurar la atención y la estima. Cuando más nos quieren y uno más quiere es cuando se muestra como es. Es la magia de la transparencia, donde el otro está más cerca y vibra con nosotros”.
En este ahora en el que la voz calla y la música desvanece, surge como cierre el eco de sus versos, que anuncian que “cuando se hace el silencio de las palabras / es más fácil escuchar los mensajes del corazón”.

© Manuel Garrido Palacios

Caro Baroja · Mozart



· Caro Baroja
· Mozart
§
Vidas
casi
paralelas


Puede que la gran pregunta que se hiciera fuese la de cómo vivir dentro de este mundo y hacer, a pesar de ello, una obra auténtica, evitando ser destruido, sin quemar la existencia en asuntos, ocupaciones y palabrerías huecas que dieran pie a malentendidos permanentes.
En este tiempo tibio en la soledad de mi estudio me acuerdo de él y su figura se me agiganta más allá de sus libros, de su magisterio, de su generosidad, de su desinterés. Se me hace más grande que nunca.
La pregunta que posiblemente se hizo Mozart –su retrato de niño junto al clave preside la estancia- durante toda su vida no fue la de por qué el número de bobos es infinito, sino la de cómo era posible que el poder de turno sirviera a veces de buena capa que todo lo tapa para ocultar tanta tontería, para pasarla por alto o para asumirla. Me viene a la memoria la escena en la que aquel príncipe listo de tez empolvada le dice a Mozart que «la obra que acaba de tocar está bien, pero que tiene muchas notas, que le sobran notas», y el genio le responde sin perder la calma: «¿Cuántas le sobran exactamente?»
El cuerpo de Mozart está enterrado en una fosa común envuelto en el primer trapajo encontrado a mano. Fue llevado al cementerio en la tartana fúnebre uno de los días más tristes que parieron los tiempos. Mal día de faena para los sepultureros, que tuvieron que descargar aquel bulto a solas porque ni séquito ni testigos pudieron sufrir la sobrecogedora tormenta. Y es que los cielos expresaban su furia por el trato que aquí abajo se le había dado al ángel que bajó para cantar, porque eso era Mozart, un ángel venido a marcar cotas de belleza, cuyas líneas maestras –y secundarias, y terciarias– no ha habido mano capaz de moverlas de como él las puso.
Hoy me acuerdo de Mozart, de don Julio y de tantas voces que veo como espigas que emergían del infinito campo de la mediocridad y que pasaron la vida intentando evitar que las cuchillas de la envidia y de la estupidez segaran sus cabezas. Y no sé por qué hoy, precisamente, me remueven con tanta intensidad. Será porque no siempre el corazón le cuenta a la cabeza el misterio que le bulle dentro. O porque en este tiempo, de la belleza del paisaje me ha caído esa gota de melancolía que obliga a hablar al alma. Será por eso.
Una obra suya me envuelve mientras escribo. No saldré hasta que la última nota haya agotado su latido. ¿Quién sabe si era una de las que le sobraban a aquel entendido príncipe?

© Manuel Garrido Palacios


Imagen 3: Tournée de la famille Mozart à Paris, nov. 1763-av.1764 (Ziegler, vers 1860) 
Imagen 4: Le convoi du pauvre (Vigneron, 1791)

Luis Domingo Delgado

La afrenta de Corpes
Luis Domingo Delgado
Prólogo: Luis Gómez Canseco
Ilistraciones: Luis Javier Holguín
Ed. Imp. Beltrán. San Juan / IES Dolmen de Soto. Trigueros

Luis Domingo Delgado, natural de Sauquillo de Cabezas, Maestro de vocación, ha ejercido en Segovia, Madrid y Huelva. Los niños, la lectura y la creación literaria son sus dedicaciones. Para los alumnos crea obras de teatro que representa en certámenes nacionales: “Si la envidia fuese tiña”, “Vinieron del Este” o “La afrenta de Corpes”. Para recreo propio escribe narrativa: "El reino de Sabula” y lee, lee cada día porque ha encontrado en los libros un motivo de disfrute, un vehículo ideal de aprendizaje. "Las buenas historias siempre nos aguardan con secretos y sorpresas. Por eso se mantienen vivas al paso de los siglos y encuentran nuevos lectores a quienes revelárselos. Pero conviene a veces que alguien se ocupe de verter ese vino añejo y demasiado fuerte para algunos paladares en odres nuevos que lo hagan más dulce y gustoso. y no para sustituir al original, sino para tender un puente entre los mundos más antiguos -a veces muy lejanos- y el nuestro”.  […] Eso es lo que ha hecho Luis Domingo Delgado con el Cantar de Mio Cid.  
Leer es un acto de rebeldia contra el poder arbitrario y, sin la lectura, sin el caudal que los libros ofrecen al pensamiento, los ciudadanos terminaríamos por convertirnos en súbditos.

© L. Gómez Canseco. Portada: 'Las hijas del Cid' (1871) Dióscoro T. Puebla Tolín 

Quentin Metsys

Quentin Metsys (1466-1530)
Los cambistas
Museo de Bellas Artes
Bilbao

Maurice Carême


Maurice Carême
1899-1978






© Fotos mgp: Paris junio 2014


Capeas · Trigueros

Capeas
Trigueros (1968)
© foto MGP

Koffi Roger N'Guessan

PARIS VAILLE QUE VAILLE
Koffi Roger N'Guessan
L'Harmattan · Paris

Marie-France rêve de quitter l'Afrique et de découvrir la France par n'importe quel moyen. Par le biais d'internet, elle rencontre un français qui la séduit et la fait venir à Paris. Mais le conte de fées va tourner au cauchemar... Avec ce deuxième album, Koffi Roger N'Guessan décrit le désespoir d'une jeunesse africaine qui voit en l'émigration la seule planche de salut. 

El café de media mañana

El café de media mañana

Te levantas una mañana como si hubieras encontrado aquello que buscabas sin saber qué era. Y lees la prensa, toda la prensa, incluso la prensa cuyas páginas vienen en blanco, y te paras en la que luce un roto en un pico, y piensas en lo que pudo pasar para que se rompiera el pico. La publicidad se encarama a los filos milimétricos de cada hoja y el ruido que hacen al pasarlas te trae la esperanza de que en cualquiera de ellas estará la sorpresa. Pero no. Es el mismo monotono repetido de ayer, el mismo que se repetirá mañana: Ca se mete con Ce, Ce con Ca, Ci con Ca o con Ce, Ce le contesta, Ca se sale de madre y pregunta a todos por la «bartibé de la vagande» y hasta los que nada tenían que ver en el asunto responden: «Ojxana pruni». Bien pensado, ante tan plano horizonte es lo único respondible, aunque se le podía exigir más a los respondones. Luego, quizá, quien sabe, a lo mejor, es posible que te topes por la calle con el barruntador de eventos que quiere saber si te has enterado de esto o de lo otro. Pues no, mire usted. Y que a la hora del café en tu sitio de costumbre se te siente al lado la tristeza en forma de amistad dispuesta a contarte sus quebrantos. El mercado ofrece vida y llevas la amistad al mercado para que palpe esa pujanza en forma de lenguado, rape, corvina, y oiga el pregón de los vendedores, capaces de cortar dos lomos de borriquete o pargo como expertos cirujanos. Vuelta y vuelta, un poco más caso de ser la pieza grande, o su tiempo de horno, y a reunirte con quien te plazca para compartir semejante tesoro nutricio, sin olvidar la salsa, en la que no puede faltar el ajo. Y la tristeza en forma de amistad te llama entonces y te pregunta si puede hablarte en ese momento. Claro. Pides disculpas a tus invitados y escuchas el rezo. Más tarde piensas que la tensión se ha diluido en conversaciones de tres al cuarto, pero notas que la tristeza en forma de amistad se te ha metido en los sesos y no ves otra forma de sacarla que sacándola de cuajo. Es cuando marcas su número porque crees que acabas de dar con una solución para sus problemas: milagro de pensamiento batido en la marmita durante todo el día; y se lo dices. La amistad en forma de tristeza te contesta que ya no le hace falta ayuda porque lo ha solucionado felizmente. Y te alegras porque no has sido necesario sino como cubo donde se echa lo peor. Y quieres decirle que la próxima vez mida su angustia para no derramarla encima del prójimo, pero la amistad ha colgado porque ya no hay tristeza, ni amistad, sino una circunstancia que da pie para todo. Al alba te levantas como si hubieras encontrado lo que buscabas sin saber qué era, y suena o no el teléfono, y es la tristeza o no en forma de amistad desesperada. Vuelves a la prensa de las páginas en blanco, y al sorbo de café, y al mercado a ver el pálpito de la vida, tal como ayer. Y así se pasan los días, tan callando, sin saber de qué se revestirá la amistad para el próximo número. Y un día vomitas todo esto en la esquina del tiempo y te liberas, pero al primer descuido se repite el ciclo porque el cubo para echar los restos está vacío y la amistad se presenta con clara voluntad de llenarlo. 

© Manuel Garrido Palacios

© Foto: mgp

Ribatejo,

Fiesta de Toros
Ribatejo, 1976
(Portugal)
© J.K. Magnum

David Nobbs

El regreso de Reginald Perrin
David Nobbs
Trad. Julia Osuna
Postfacio: Kiko Amat
Edit. Impedimenta

  "Una magnífica muestra de humor inglés, agridulce e inteligente, ideal para estos tiempos de cólera."
Luis Matías López, Público

Reggie Perrin es un hombre gris, de mediana edad, que lleva una vida si cabe más gris: con una mujer insulsa, un trabajo alienante en una empresa de postres y nulas perspectivas vitales, decide simular su propio suicidio y comenzar de nuevo como una persona diferente. El regreso de Reginald Perrin el espíritu de la hilarante y agridulce Caída y auge de Reginald Perrin ofrece las nuevas aventuras de uno de los antihéroes más inolvidables de la literatura británica reciente. Tras diversas tribulaciones, incluida la temporada en que nuestro protagonista se ve obligado a cuidar gorrinos en una granja, Reggie abrirá una tienda, «Basura», en la que todo lo que se vende es completa y absolutamente inútil. Para su sorpresa, el proyecto se convierte en un éxito apabullante. Cuando Reggie decide destruir el monstruo que ha creado, se da cuenta de que hay criaturas difícilmente eliminables.

© Editorial

Marifé Santiago

La orilla de las mujeres fértiles
Marifé Santiago
Ed. Calambur 

Marífé Santiago, Doctora en Filosofía, ha publicado los poemarios Tres cuadernos de bitácora, Celebración de la esfera, Las constelaciones del Capitán y El día. Los días, a lo que hay que añadir las novelas El tiempo de las lluvias. Un ángel muerto sobre la hierba. El jardín de las favoritas olvidadas y La canción de Ruth. 
Hay varias formas de encarar su nueva obra: La orilla de las mujeres fértiles (Calambur 2010) para airear su salida. Una es leyéndola y recontándola para compartir el sabor de la palabra precisa, dejando que te habiten los versos que tallan figuras en el paisaje, Otra, escuchando el disco que viene con al libro, en el que recita Marifé Santiago, pone música, canta y acompaña al piano María José Cordero y toca la viola Sara Uriarte, Y otra manera más de sentir lo que dice y cómo lo dice es siguiendo con sus notas finales su camino expresivo. Opto por la última y leo: “Concibo la primera parte de La orilla de las mujeres fértiles como libro de versos; la segunda es una suerte de ensayo que elige el cuerpo poético para aparecer. Algunos poemas llegan de otro tiempo, de otro lugar, pero deciden estar aquí. El fragmento VII es de Pili Rodríguez y va con El despertar de los fósiles”. Dice: “Acepto exhumar lo íntimo / con la templanza / que tiño mis cabellos / o dejo mi boca / entre los dedos ajenos / de un médico. Comienzo, entonces, por la mugre, la que sustituye a la pierna, la que es sustituida por una tormenta de arena infinita. / Es verdad: / la pobreza pesa tan poco como la sombra de una araña, y la memoria de la pobreza pesa tan poco como el sueño de aquella viuda que habría cumplido nueve años en diciembre”.
“El fragmento VIII es de Ramón Pérez Garrió, y cerraba El Ilibre a recer de l’art”. Dice: “Un velo abandonado / sobre esta mesa líquida: / de cada sombra se desprende / polvo y memoria. / Las palabras liban la hora, ¿lo sabías? Liban, crecen, / se levantan del suelo como guitarras saciadas. / Se puede decir que, entonces, / el libro no oculta su exultante desnudez, / y que la página deja de ser barco para hacerse cometa: / comienzan las nupcias del Canto y el Pintor, / da comienzo el banquete de la fuente / que lleva versos en las alas”.
“El fragmento IX se lo escribí a Áurea Álvarez cuando dejó las clases”. Dice: “Generación de círculos: un faro / manantiales ardidos / barcos arrastrados por gorriones / claridad de los bosques que no se parecen a nada / países deshabitados que el sol sigue llamando por su nombre. / Así llego yo a ti, amiga mía, con una lucerna en la palma de la mano, alumbrando recuerdos que te ofrezco para que tú los deposites en el sagrado río de la Memoria”. 
“El fragmento X me lo pidió Rose para que acompañara las fotografías de Jean Duroux. Lo tradujo al bengalí Subhro Bandyopadhyayí”, y dice: “La Diosa danza y escribe con los pies versos de musgo. Silencioso, el corazón del bosque los canta. / Un manantial de savia: una gota de dulce sudor: es Perséfone, la niña que enamora a las tinieblas. Ese era su juego: saltas de huella en huella sin mancillar tanta piel, de puntillas. / En la corteza de mi mano palpita el árbol: breve, la luz: autorretrato de la Diosa: soñemos, digo: escuche el alma la madera y no abandone nada, y nada olvide”.
Algunos versos del fragmento XIII fueron escritos en gallego y publicados en Poetas con Rosalía (Compostela, 2007). Traducidos al castellano, la autora los trae aquí “como un salmo”. Dicen: “Halló a la extranjera orando en el templo de arena; vio la ceguera de sus ojos y cómo le caían, torpes y silentes, memorias en vez de lágrimas. / Le dijo: Extranjera, ¿has orado en el templo de arena? / Le dijo: La memoria de un Poeta se mide en templos. Como la arena / (Poeta nómada: tu templo es de arena y la leche de tus palabras amamanta a la vida) / Extranjera: Sin nombre. Sin memoria. Palabras silentes y torpes en el vano de la sonrisa, en una canción”. 
Los previos perfilan el libro como un “cuaderno de bitácora de quien se niega al olvido: la celebración de la esperanza. Escrito desde la orilla eterna de las mujeres fértiles, es un canto a las niñas de ojos sin infancia, cuya vejez llega antes de su hora. Este poemario enlaza con la obra de la autora en la revelación del sonido de la sabiduría femenina, que al cabo sustenta la realidad y la poética del mundo”.

© Manuel Garrido Palacios

Juan Saldaña

Gobernador Alonso:
El hombre que salvó el Monasterio de La Rábida 
Juan Saldaña
Presentación del libro:
Francisco José Martínez López
Catedrático de la UHU

Juan Saldaña Manzanas, doctor en Medicina por la Universidad de Salamanca, su ciudad natal, ejerció en Huelva en el Hospital Manuel Lois, luego en el Juan Ramón Jiménez, donde fue jefe del Servicio de Otorrinolaringología (1974-2003) Fruto de sus investigaciones sobre Historia de la Medicina son sus libros “Organización sanitaria en las minas de Río Tinto” (1989) y “Médicos y Hombres” (2004), es Miembro de número de la Academia de Ciencias, Artes y Letras de Huelva, de  la Real Sociedad Colombina Onubense y de la Sociedad Nicolás Monardes de Médicos Escritores y Artistas.

VQ.(Imagen: año 1855)

Juan de Aviñón · Galaroza ·Aracena

SEVILLANA MEDICINA (1380-1384)
Impreso en Sevilla, 1545 por Andrés de Burgos para Nicolás de Mohardes

...los peros son malos de moler que la mançana y esfuerça el coraçon y el estomago / y el meollo con su buen olor / los peros mejores de aqui son de Aracena y de Galaroça...

© Juan de Aviñón
© Foto MGP. Calle antigua de Aracena

François Luis-Blanc

LA RÁBIDA

Unos creen en la reencarnación, otros hacen la experiencia de pasar al otro lado del espejo. Llegando delante del monasterio de La Rábida, me siento como Colón tocando a la puerta con su hijo, el portulano secreto en la mano, lleno de ilusión. Todas mis fibras íntimas vibran al eco de un mundo visitado sobre otros continentes -iberoamericano y asiático-, en el Perú, Guatemala y en las lejanas Filipinas. La descubierta del Nuevo Mundo, la época de la Conquista, el siglo de Oro, los he vivido en Tasco en México, o Cusco en los Andes, ciudades que parecían salir del siglo XVI, apenas alteradas. Allende del Océano Atlántico, de regreso al Viejo Mundo, descubro a mi vez el otro lado del espejo en ciudades como Salamanca, Toledo, Sevilla y hoy, Huelva, en La Rábida.
A lo largo de la peregrinación por el claustro del convento es imposible no sentir una emoción al imaginar los siete años de Colón, recorridos en la lucha tenaz del hombre portador de una idea revolucionaria: viajar por una ruta marítima al Occidente para atingir el Oriente y sus fascinantes riquezas. La entrevista con el Padre franciscano en la humilde celda para exponer ese gran proyecto se torna palpable. En la sala capitular, es tentador ver detrás de los balcones, en la luz ofuscante, deslizarse las carabelas sobre las aguas unidas de los ríos Odiel y Tinto, zarpando hacia mares desconocidos para dar inicio al mayor vuelco de la historia.
Ecos de músicas antiguas surgen en mi mente... las glosas y los tientos de Antonio de Cabezón, las canciones y villanescas de Francisco Guerrero. Una voz de soprano eleva el canto sagrado del compositor, llevado por la peste en el final de este siglo mítico, y el himno a la ‘Virgen Santa’ recuerda imágenes pintadas por El Greco, versos del poeta andaluz Góngora. Los fabordones resucitan el Jardín del Edén de El Bosco, donde el misticismo de Juan de la Cruz se une a la explosión profana del Renacimiento.
Colón es ejemplo para todos de una aventura solitaria, de un paciente trabajo de convicción frente a la vida suntuaria y fútil de la nobleza, frente a la rapacidad de los negociantes, a la sospecha de los jueces de la Inquisición, defensores del dogma y de la única verdad. Ejercicio de fe en su valor propio del hombre obcecado por un mundo, animado por una vocación vista como locura por muchos.
Mi admiración no acompaña al gran navegador más allá de su primer paso en las islas descubiertas. No existe para mí tal hazaña como el descubrimiento ex nihilo de un nuevo continente. Era más bien el reencuentro de los europeos con las civilizaciones Inca y Azteca, tan ricas como nuestro Renacimiento. No es tampoco admiración, sino pena que siento al contemplar los altares rutilantes de oro de las catedrales andaluzas. El oro, lágrimas de los dioses incas; también sangre y sudor de los pueblos indios. ¿Cómo olvidar la extirpación etnocida de las idolatrías, los genocidas, la esclavitud que envilecieron esos tiempos?
Una divagación en el Museo de Huelva alrededor de las poblaciones radicadas en las tierras andaluzas y algarvías me administra su brutal verdad. Brillantes civilizaciones aparecen solamente a través de sus artefactos, piedras esculpidas, cerámicas, armas, fundaciones de edificios, estigmas humillados de los tartessos, fenicios, griegos, romanos, visigodos, almorávides... Si tantas civilizaciones perecieron bajo los golpes de invasores o bárbaros, ¿cuánto tiempo queda a la nuestra?
Frente a la estatua gigante de Colón, erecta delante del océano como un desafío al tiempo, contemplo el Siglo de Oro: es una quintaesencia de todas las edades de una vida humana. La adolescencia es el paso de la Edad Media al Renacimiento, tiempo del amor platónico de una mujer inaccesible, sublimado en la vida mística de Teresa de Ávila, tiempo del camino de purificación por el desprendimiento de todos los lazos terrestres. Viene entonces el regreso a las experiencias humanas de la vida adulta, cuando el hombre se rinde a sus deberes cotidianos sociales y familiares. La idealización de la naturaleza y el estoicismo del período barroco corresponden a la edad madura, al desánimo que nos invade frente a los horrores cometidos por la Humanidad. ¿Cómo explicar a un discípulo de la cultura francesa que la ‘náusea’ de Sartre o el sentimiento de absurdo de Camus ya lo expresaban los poetas del Siglo de Oro? Llevados por su desengaño, su deseo de retiro en ermitas solitarias, se refugiaban en la naturaleza para cultivar el estoicismo, como los clásicos romanos, el poeta Horacio, el filósofo Séneca, que por ventura era andaluz. Así, bajo el reino de un soberano absolutista, Felipe II, heredero de un imperio europeo y de todas las riquezas del Nuevo Mundo, han desfilado todas las edades y los destinos del hombre. Como delante de mis ojos, los fantasmas de un pasado glorioso.

© François Luis-Blanc