Gladys González

ÚLTIMA NOCHE
Gladys González
Ed. Liliputienses. Cáceres


La autora (Santiago de Chile, 1981) publica por primera vez en España. Última noche reúne dos de sus poemarios: Aire quemado y Hospicio. Otras obras suyas son: Papelitos (Eloísa Ed., Argentina, 2002), Gran Avenida y Vidrio molido (Ed. La Calabaza del Diablo, 2009 y 2011).


ADIESTRAMIENTO

todas las ciudades
son iguales
si haces el mismo ejercicio
buscar una cama
encontrar alguien
en esa cama
construir una ciudad
dentro de otra ciudad
sin puertas
sin ventanas
sin salidas
dejar pasar el tiempo
con los ojos cerrados
como si todo
fuera familiar
como si los golpes
y los amigos muertos
no estuvieran
en frías bodegas
como fichas clínicas
todas las ciudades
son iguales
todas las ciudades
se provocan
en el mismo ejercicio
todas las ciudades
se queman
al cruzar la frontera 

© Gladys González

José Luis Rodríguez / Esencia y tiempo





José Luis Rodríguez
Estreno en Temple Israel, Miami



 El guitarrista y compositor José Luís Rodríguez (Huelva, España) presenta en la ciudad norteamericana de Miami un nuevo espectáculo titulado “De la Esencia y el Tiempo”. El concierto está comisionado por Nex@19th y tendrá la colaboración y co-dirección de la cantante sefardí Susana Behar y la bailarina y coreógrafa Niurca Márquez. La apuesta principal es la reinterpretación de las músicas sefardí y popular andaluza llenándolas de nuevas sonoridades llevándolas a un espacio actual y, en ciertos momentos, experimental. La danza jugará un papel importante, como elemento desestructurador de las formas tradicionales. Se ha puesto música al poema del S. XIII “El bordado de la Tierra” (Salomón Ibn Gabriol) escrito en la España Medieval, que será cantado en hebreo. En el concierto participaran el ecuatoriano Rómulo Bernal (percusión), el iraní Reza Filsoofi (sitar y percusión) y la contrabajista cubana Ariadna Barbe-Villa, siendo los arreglos del pianista y compositor valenciano Alex CondSegún José Luís Rodríguez,  “De la Esencia y el Tiempo” no es un concierto de fusión, ni pretende serlo, sino un encuentro de personalidades en busca de una esencia que se mueve en tiempo presente. Tras el éxito de público y crítica de su concierto “Espacios Íntimos”, el guitarrista trabaja también en la presentación de su disco Flamenco Abstractions, en el que muestra su lado más experimental junto al músico electrónico David Font. Desde su llegada a Estados Unidos, José Luís Rodríguez ha recibido el respaldo de la prensa y el público de las artes, que destacan no sólo su virtuosismo como concertista, sino su talento como compositor.

E/M

Doñana, diversidad y ciencia

Doñana, diversidad y ciencia
Páginas 35-37 . CSIC . Madrid 
Coordinador: Héctor Garrido

Doñana tiene el perfil de la casa donde habitaron los dioses y, a su semejanza, su rasgo es la indiferencia. Pase lo que pase dentro, allí pasa y queda. Si el lince muerde la garganta del gamo y lo abate, no es tragedia, sino una secuencia más de la vida que late en sus límites, parón de un pulso, supervivencia de una especie y no por fuerza desaparición de otra. Si un aguilucho lagunero se hunde en el brillo de la marisma y mata al pato para alimentarse, no por ello Doñana es cruel o dulce, triste o alegre; ella permanece impasible porque las reglas del principio de todos los principios han de cumplirse; algo superior a todo y a todos ya previó en la raya de los tiempos que nacieran una rapaz y cien anátidas, un lince y ciento un cérvidos. No porque un meloncillo le rompa el cráneo a una serpiente se frena el ritmo de la vida. Todo lo vivo que roza Doñana tiene asumido que ella es un escenario para vivir no en función de esto o de lo otro, sino por la vida misma, vivir, sencillamente, nada más que vivir, y que el final del ciclo puede llegar en cualquier instante como parte de esa vida que se vive. Doñana marca carácter en los animales que guarda y en el ser humano que la toca, la cruza, la siente, sea un cuidador, un vigilante, un pajarero, un doctorando o quien tiene la fortuna de mirarla. Ella le regala la sensación de que una extraña grandeza le inunda el alma al encontrarse ante el halo misterioso que exhalan la vera, la marisma, los corrales, los lucios, las dunas… Nunca será una impresión plana. Doñana le dirá, sin pronunciar palabra, que ella es lo que es: puro testimonio de todas las Doñanas, y que sólo el espíritu sensible podrá abrir los postigos naturales para admirarla entera, en toda su hermosura. Como es Doñana tuvo que ser lo que nuestra especie perdió un día. Quizás por eso y desde entonces adoptó para los tiempos venideros el aire indiferente de los dioses que la habitaban: no fue más que dar un paso atrás ante la ambición desmedida que vio en el ser humano que la tomaba prestada. Ese es su carácter. La palabra sexo nos lleva al estambre, al pistilo, al celo, al cu-cú del cuco invitando a la cuca a cuquear en el rito nupcial, al águila ofreciendo pieza fresca a la pareja pretendida, al abejaruco tallando su lecho de arena, al afán de cualquier especie –hasta la humana– para seguir en el mundo como tal. En los gorriones el contacto supremo es cuestión de un leve choque en vuelo; el lince se tensa al llegar los fríos para acelerar los latidos de la hembra; los ciervos atronan el horizonte en la berrea que precede al gran encuentro. Sexo, gozo, vitalidad en un marco único. Doñana desea la bondad que le cae del cielo porque día y noche está en trance para que se cumpla en su seno el misterio ante el que los primitivos estrenaron estupor: el matrimonio sagrado. Una mies traída por el viento penetrará su piel terrosa buscándole los centros, y puede que sólo necesite un lagrimón de las nubes para alcanzar su fin. Y es que lo mismo que dentro de un amuleto está la prehistoria, una semilla contiene todos los orígenes.


© Manuel Garrido Palacios.

Jorge Rodríguez Padrón







OYENDO LO QUE ALGUNOS DICEN
(Debates con la poesía española)
Jorge Rodríguez Padrón
Ed. Calambur




“Se solicita mi palabra crítica. Quiero darla. Con todas sus consecuencias; es mi compromiso y mi responsabilidad, y sin esperar nada a cambio”. Así inicia la última parte de su hermoso libro: “Oyendo lo que algunos dicen públicamente” (Calambur/Ensayo. Madrid) Jorge Rodríguez Padrón (Las Palmas, 1943). Doctor en Fitología Románica. Catedrático de Literatura. Periodista, Profesor en la UCM, en la ULPGC (Canarias) y en Bringham Young University (Utah. EE ÜU), publicó hace décadas un poemario: “Geografía e Historia” (Mafasca, Las Palmas), decantándose desde entonces hacia el ángulo de la crítica literaria como una reflexión permanente, con especial atención a la poesía escrita en lengua española a ambos lados del Atlántico. Trabajos suyos vieron la luz en la prensa diaria y en las revistas literarias de aquí y de allá, publicando desde 1967 hasta la fecha numerosos estudios como “Domingo Rivero. poeta del cuerpo” “Octavio Paz” “Antología de poesía hispanoamericana 1915-1980” “Una aproximación a la nueva narrativa en Canarias” “Del ocio sagrado. Algunos poetas hispanoamericanos” “Lectura de la poesía canaria contemporánea” “El pájaro parado. Leyendo a E. A. Westphalen” “Primer ensayo para un diccionario de la literatura en Canarias” “La palabra dada” “El sueño proliferante” “Salvando las distancias” “Conversación en dos días de otoño” “Liverpool y otras cosas” “El barco de la luna. Clave femenina de la poesía hispanoamericana” “El discurso del cinismo” “La memoria y sus signos” “Dietario del margen”, etc. Con este nutrido equipaje de ideas, de palabras, de análisis, recoge en “Oyendo lo que algunos dicen públicamente” textos en los que se debaten “las limitaciones y carencias que han impedido el desarrollo en libertad de la poesía española” de unos años a esta parte. Una poesía que “no ha hecho más que repetir lo sabido porque teme correr el riesgo de dar la palabra, y de darse en ella con todas sus consecuencias. Ya así ha sido desde el inicio de la modernidad, parapetada tras un conservadurismo mimético, una pequeñez provinciana, y ajena a toda voz que, aún hablando en su propia lengua, oiga como otra. Poesía investida del prestigio equivocado del éxito, a lo que ha contribuido una crítica incapaz para leer de otra manera; inclinada a la comodidad que ofrece ese lenguaje que el poder considera correcto y conveniente”.
Reúnen estas páginas “lecturas diversas, reflexiones acerca de cuanto algunos poetas y críticos han declarado rescates de posiciones que pasaron inadvertidas en su momento y reclaman su vigencia, para determinar los síntomas de tal escritura demediada y en muchos casos mediocre”. Una propuesta, en fin, para “pensar en la verdad de esta poesía y no insistir en su reiterativa apariencia, en sus envejecidos criterios de valoración”. El autor inicia su obra con una introducción en la que perfila su imagen reflejada ante los demás: “Paso por ser, según me advierten, el crítico de la diferencia”. La segunda parte es el corpus donde aborda temas vistos por un crítico tallado, que mide su decir con la elegancia de un poeta; reflexiones que se nutren de las voces que analizan la obra ajena: “Leo a quienes siguen preguntándose por el estado actual de la poesía española casi con más interés que a los poetas mismos”. En esta recopilación de textos suyos, datados, habla sobre “La que hemos convenido en llamar poesía de la experiencia” “Víctor Pozanco” “El viaje de las antologías” “Pedro Perdomo” “La obra de José A. Valente” “Dalí, Buñuel, Lorca, Moreno Villa…” etc. La obra del Profesor Rodríguez Padrón parece responder en su conjunto a la revisión constante que T.S. Elliot propone en su libro “Criticar al crítico” y al breve texto que adopta como lema, escrito en su día por Erasmo de Rotterdam “Sólo pido que alguien quiera entender lo que he escrito, alguien honesto y abierto, que esté dispuesto a comprender sin prejuicios que les lleven a una falsa interpretación. Pero si tuviera que contar primero a los que carecen de capacidad y juicio, a los que nunca han estado en contacto con las bellas letras, infectados como están más bien de una doctrina limitada y confusa, y, finalmente, a los que son hostiles a cualquiera que sabe lo que ellos no saben, dispuestos como están a desfigurar todo lo que llega a su conocimiento, sólo entonces se podría estar seguro de escapar a la calumnia no escribiendo nada”.

© Manuel Garrido Palacios

Nobel Alfonso

Acerca de
Crónicas desde una sociedad
de gente cualquiera
de Nobel Alfonso 

Conocí a Nobel Alfonso hará ahora un año y pico, con motivo de la presentación en Nueva York del libro del político dominicano Víctor Bisonó, Las bases de la nación. Fuente de virtudes ciudadanas. Mis comentarios –para el que tenga interés en leerlos aparecen en el último número del Boletín de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. En aquella ocasión, Nobel fungía de maestro de ceremonias. A partir de ese día, nos hicimos amigos. Nuestras afinidades electivas no nos han traicionado. Hemos mantenido correspondencia y nos hemos visto un par de veces en sus visitas a Nueva York. Sabía de sus dotes de gran comunicador y de su incansable labor promotora de actos culturales y cívicos. Ahora sé que, además, es escritor. Y escritor singular, con una visión del mundo originalísima, como podrán constatar quienes lean el libro que hoy presentamos.
Vayamos por partes. En primer lugar, el título: Crónicas de una sociedad de gente cualquiera. Se trata, en efecto, de crónicas, voquible que, según el Diccionario de la Real Academia Española (y perdóneseme el prurito etimologista) proviene del latín chronĭca, y este del griego χρονικά [βιβλία], [libros]. En las crónicas se refieren los sucesos por orden del tiempo. Es decir, el cronista se sitúa a muy poca distancia de los sucesos narrados, inmiscuyéndose, cuando se tercia, en el mismo relato, pero sin que su velada presencia enturbie u opaque la relación de los hechos. La preposición “desde” es en sí significativa, porque el narrador no se coloca ni debajo de sus personajes ni por encima de ellos, sino que lo sentimos como testigo, como espectador de las circunstancias que lo rodean. No nos engañemos, esas circunstancias tienen nombre y apellidos: la República Dominicana. Y, de nuevo, el título: “sociedad de gente cualquiera”. En torno a estas dos entidades antagónicas se sustenta el libro: Gentes y Cualquieras, y ambos con mayúsculas iniciales. ¿Quiénes son esas Gentes? ¿Quiénes son esos Cualquieras?
Me he referido hace un momento al carácter cronístico de este libro, pero, la verdad sea dicha, estas crónicas no son ni mucho menos narraciones con afán objetivista, pues la prosa del autor va mucho más allá, alimentándose de variopintos recursos narrativos, productos de sus conocimientos sociológicos, literarios, políticos. El libro de Nobel Alfonso es, en este sentido, de una modernidad asombrosa, pues sus páginas nos acercan ora a la historia, ora a la novela, ora al artículo periodístico, ora al tratado sociológico y hasta filosófico. César, Matilde, Catalina, Víctor, Doña Berenice y tantos otros personajes que desfilan por sus páginas son arquetipos de valores humanos muy concretos. De valores o de falta de valores.
Según la opinión del doctor Manuel Matos Moquete, académico e intelectual dominicano, la obra de Nobel Alfonso se enmarca en el plano de la crítica social. “Su gran aporte –nos dice es que por primera vez en nuestro país alguien se plantea denunciar, aun sea en forma novelada, la mediocridad rampante que se ha adueñado de los espacios de la sociedad y de la cultura”. No se puede decir mejor. En efecto, no se trata de disquisiciones o elucubraciones vagas, sino de algo muy concreto: la ética, la moral de la sociedad dominicana, que el autor conoce como nadie. En otras palabras, estamos ante una pluma que se enarbola a veces como lanza, a veces como escalpelo, y, siempre, cargada con la tinta de la sátira y la ironía. A este tenor, no sería descabellado entroncar a Nobel Alfonso con Mariano José de Larra, aquel gran escritor y periodista, hijo de la Ilustración, que fustigó las costumbres (las malas costumbres) de la España decimonónica, una España empantanada por la desidia, la holgazanería y el arribismo político. Como Larra, Nobel Alfonso denuncia, sin ambages, las lacras de su pueblo. Y como a Larra, a Nobel Alfonso le duele su país, le duele su gente. Y si nos retrotraemos en el tiempo, nos toparemos con otra figura de la que Nobel Alfonso pudiera considerarse heredero: don Francisco de Quevedo. Como el autor de Los Sueños, Nobel no deja títere con cabeza. ¿Contra quién o quienes arremete el autor?
Señalé hace un momento el carácter filosófico o sociológico de estas crónicas alfonsinas. Su antecesor inmediato habría que buscarlo en un libro revolucionario, en un libro que aun hoy es indispensable para aquilatar la tesitura moral de nuestro tiempo: La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset, aparecido en Madrid en 1930. Ortega habla de hombres-masa y de hombres selectos. Pues bien, Nobel Alfonso se hace eco del pensamiento orteguiano: la sociedad actual y, claro está, no solo la dominicana, está dominada por la masa: son los Cualquieras del libro que nos ocupa. ¿Cómo son estos Cualquieras?
Los cualquieras, como las masas de Ortega, son personas que no se valoran a sí mismas, que se sienten “como todo el mundo”, y, sin embargo, no se angustian, se sienten a salvo al saberse hechos de la misma pasta que los demás. Y las gentes, como las minorías orteguianas, son aquellos que se exigen más que los demás, aunque no logren cumplir en su persona esas exigencias superiores. Ahora bien, debo matizar, a sabiendas de que piso un terreno bastante resbaladizo. Creo que entre las gentes también existen los cualquieras. Y entiendo por gentes, en este caso, las clases con posibilidades económicas, no sé si bienpensantes, pero sí bienpudientes, esos oligarcas que, una veces pocas por vías legales y otras las más por zigzagueantes senderos oscuros se hacen con el Poder, con maquiavélicas intenciones de autoprovecho y en perjuicio y detrimento de la res publica. Estas gentes, que deberían ser los modelos para el resto de la población, son el paroxismo de la antisolidaridad, de la ambición desenfrenada, de la plutocracia vergonzosa y del nepotismo descarado, vendidos siempre al mejor postor, arribistas en todo momento y a toda costa.
De aquí, el “descalabro del sector inmobiliario”, la “enmarañada estructura en que actúan los medios y multimedios”, los abusos y el parasitismo de las fuerzas militares esa casta corrupta que debería ser erradicada de una vez por todas, y un largo etcétera de endémicas plagas que asolan a Quisqueya. Cuando un país ve cómo sus mejores cerebros emigran porque en el suelo patrio la recompensa que reciben es irrisoria, es un país abocado al fracaso. Cuando un país no aúna esfuerzos en pro de la educación y la cultura, y se siente satisfecho con los aspectos más superficiales y anodinos de esa educación y de esa cultura, es un país abocado al fracaso. Cuando un país pierde la fe, la confianza, en sus dirigentes, a quienes considera títeres corruptos, es un país abocado al fracaso. Cuando en un país los ciudadanos se saltan a la torera las normas y las leyes vigentes, y se mofan descaradamente del estado de derecho, ese país está abocado al fracaso. Solo un examen riguroso de conciencia puede ayudarlo a salir del caos. Solo el advenimiento de la Justicia, de la verdadera Justicia, puede salvar a un país de su destrucción, de su desmembramiento. Hablo de Justicia, y no lo hago pensando en tribunales o códigos. Pienso en esa máxima de la Revolución Francesa, que, a pesar de sus tergiversaciones a lo largo de los siglos, sigue hoy teniendo validez: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Tres palabras que resumen todo un proyecto de vida y de esperanza. Libertad física, psicológica, metafísica, que no es lo mismo que libertinaje. Libertad para que cada ciudadano y ciudadana pueda seguir, sin intromisiones ni cortapisas del Estado, el rumbo de su vida y de su destino.
Gracias, amigo Nobel, por este libro que, fiel a la máxima ilustrada del siglo XVIII, enseña, y enseña deleitando. Enhorabuena.

© Gerardo Piña-Rosales. Director de la ANLE Nueva York. Correspondiente de la RAE. GLOSAS, Vol. 7, nº 10, 2012.