Enric C. Pedrón






AMOR EN PARO y 59 HISTORIAS MÁS
Enric C. Pedrón
Ed. Isla Varia. Salobreña




Enric C. Pedrón, miembro del equipo de investigación y divulgación del Observatori Astronómic de Mallorca-Planetarium, ha publicado en Isla Varia -edición al cuidado de Pepe Varos y Lluís Pons- el libro Amor en paro y 59 historias más, obra que se describe en los previos como ‘álbum de fotografías que nos muestran historias cercanas a modo de retales de vidas conocidas […] un viaje por lo cotidiano, con dosis mesuradas de amor, humor, acidez y lucidez, que nos impulsa a una reflexión introspectiva sobre nosotros mismos y la ambivalencia complementaria entre lo correcto y lo absurdo de cuanto somos y nos rodea’. Leamos una cualquiera, la 2ª del libro, por ejemplo:
‘Amanece despacito, como si el sol llegara de puntillas para no perturbar a una noche que camina sonámbula hacia poniente. Las últimas estrellas rielan en un cielo impoluto difuminándose en la palidez creciente del día, diluyéndose en el lento y sereno despertar de un sol plácido de primavera, y una flecha de gaviotas vuela hacia el mar anunciando sonora-mente su llegada de quién sabe qué extraño exilio nocturno. No importa el tiempo. El mundo gira igual que siempre pero algo se ha detenido en el camino. Ninguna máquina espera que le dé al ON para cobrar vida parasitando la mía, fagocitando mi mente y mi cuerpo durante horas para despedirse con un sucinto OF hasta mañana. Todo ha cambiado en este amanecer azul y luminoso, y estiro las piernas y los pies, hasta la punta de los dedos, con un gruñidito afelinado antes de darme la vuelta y cerrar otra vez los ojos. Pasa otra bandada de gaviotas arrastrando el silencio tras de sí y un barco aúlla al este en el puerto. Pronto la ciudad entera caminará de un lado a otro moviendo sus calles bajo los pies de la gente. Cientos, miles de personas anónimas bailando cada cual a su ritmo, cada cual en su ruta. Y, para mí, la quietud, la paz, la dulce esperanza ganadas día a día. Que para eso he esperado lo que he esperado y he pasado lo que he pasado. Pero ayer es ayer y hoy es hoy, y, como decía mi abuela, quien no perdona no vive. La persiana de la panadería suena a música celestial y un aroma de bollos calentitos entra por la ventana de la habitación para quedarse flotando sobre mí, para que lo disfrute, para que me llene de él y alcance mi particular nirvana. Ahora estiro los brazos y los dedos de las manos hasta las uñas. La vida me espera pero hoy nada corre prisa. Pese a quien pese, el sol me encontrará envuelta en mi pijama preferido y caminaré descalza como una gata hasta la cocina. Amanece despacito en mi primer día de vacaciones’.
Son historias dispersas con una característica común en lo formal: todas miden exactamente 350 palabras. Nadie sabe lo que bulle en la mente del escritor para marcar los capítulos de un libro con una medida así. Sea lo que sea, suya es la obra y sus razones tendrá, aunque lo importante a la hora de airear su salida al mundo sea la esencia de lo que dice, cosa que Pedrón también sabe y se aplica a ello al contarnos sus relatos, entre los que cabe destacar, entre otros, Siete años y pico, El hombre del carrito, Último anochecer, El mantra del mar, La respuesta está en el humo y Vector tiempo o Perra vida, al que pertenece este pasaje:
‘Me he levantado guaou. Quizás sea por haber soñado con la perra de la vecina que, aunque se prodiga poco, nos tiene a todos revolucionados con ese bailoteo de caderas con el que nos regala cuando sabe que la miramos. Esta vida tiene muchas cosas buenas, pero lo que más me gusta es salir temprano a husmear por el barrio, cuando está más tranquilo y el asqueroso olor de los coches aún no lo ha invadido. Me doy una vuelta a la manzana y me meto en los jardines de los vecinos como perro por su casa. Ayer me descargué a gusto en los rosales de doña Luisita y a punto estuvo de pillarme, la muy bruja. No habría sido la primera vez. La semana pasada corrió detrás de mí hasta la esquina gritando como una loca, con la cabeza llena de rulos. Mis amigos se rieron de lo lindo. Después, nos paseamos todos juntos por delante de sus narices y, en cuanto abrió la boca, le montamos una buena […] mamá parece que se ha arreglado para salir. Eso me alarma, .porque cuando lo hace me suele permitir pasear muy poco tiempo. Insuficiente para mis planes. Y ha cogido la correa y el bozal...’.

© Manuel Garrido Palacios