José Manuel Fraile








ROMANCES DE SALIO
José Manuel Fraile Gil





Cuando hablamos o escribimos sobre la Tradición oral, dentro de lo que llamamos Folklore, lo hacemos en pasado, que es como hacerlo en voz baja: “era así” “se cantaba de este modo” “mi abuelo recitaba” “mi madre sabía cuentos”. Pasa esto también con la descripción de los oficios, las danzas, los juegos, las costumbres de noviazgo, boda y tornaboda, los rituales y tantas manifestaciones de una forma de entender la vida; al fin, huellas que fueron dejando en el camino las generaciones.
En un tiempo no lejano se sintió una voz de alarma de lo que estaba en trance de desaparecer y surgieron libros, revistas, discos, colecciones y programas de radio y televisión para recoger con cierta prisa lo que quedaba, catalogando luego el material y componiendo con todo un testimonio conmovedor porque nos hacía respirar “un aire de nuestra tierra”, es decir, lo más a mano, con lo que lidiábamos en ese momento histórico que nos tocó vivir.
La época de cosechar dejó sus frutos en lo que he citado merced al trabajo de un buen número de personas que vieron en semejante actividad una forma bella de recreación, de valorar los latidos populares de un ayer, a pesar de tener claro que nada iba a regresar como parte de nuestra existencia, aunque sí como materia de estudio, que no es poco.
Un ejemplo es el libro del investigador José Manuel Fraile Gil, que recoge el patrimonio oral de un pueblo antes de ser cubierto por las aguas; riqueza, no ya perdida generacionalmente, sino geográficamente, cuyo escenario yace en el fondo de un pantano. El libro se divide en una Introducción, que nos sitúa en la sociedad de la que eran parte los informantes que aparecen en la imagen, un extenso Romancero tradicional, con las versiones locales de historias extendidas por otras tierras, un hermoso Cancionero, en el que se perciben ecos de los sitios en los que quedaron enredados los versos (o al revés), la aportación infantil, con sus juegos de destreza e ingenio, las adivinanzas, los rezos de cada parte del día, varios cuentos y el universo de las leyendas. Todo, como insiste Fraile Gil en su carta sobre el libro y el disco que lo complementa, en un “intento de conservar una tradición que, como tantas ilusiones, se llevó el agua de Riaño”.
El autor encontró en el pueblo de Salio, gracias a Julia Miranda, la base de esta ciencia etnográfica: las voces casi olvidadas de los informantes. Él lo relata así y no es propio restarle aroma: “Entre dos luces llegamos a Salio, donde bajo un añoso tilo Leónides y Digna Prieto comenzaron a desgranar para nosotros un extraordinario repertorio romancístico que se adornaba con el bien llevado canto al alimón. Prendado como quedé en las redes de aquella memoria e inteligencia innata que en su sencillez mostraban las hermanas Prieto, volví muchas veces a partir de entonces a reunirme con ambas. Digna y Alfonso me recibieron siempre amables en su casa de Baracaldo, donde rememoramos mil veces el paisaje, las costumbres y los cantos de Salio. Con Leónides y Gerardo me entrevisté en Barniedo de la Reina. El fruto de estos encuentros fue la recogida de un cúmulo de saberes que hoy conforman este libro. En una de mis visitas al solar que ocupara Salio, mientras paseábamos por los yertos rimeros de piedras y madera, Leónides recordó el vaticinio que en su infancia escuchó a alguien que pasó por allí: Este pueblo será derruido y no quedará piedra sobre piedra. El pantano que hoy cubre aquellas tierras acarreó la destrucción no sólo de Riaño, cabecera de la comarca, sino de otros núcleos de población como Huelde, Anciles, Pedrosa del Rey, La Puerta, Ascaro, Vega Cerneja, Burón y Salio”, a cuyo eco dedica Fraile Gil el libro.
Una breve referencia de los primeros versos de algunos de los romances y coplas nos dará idea de su contenido: A orilla de una fuente una zagala vi; ¿Cómo no me casa, padre?; Conde Olinos; Cuatro esquinas tiene mi cama; De los árboles frutales me gusta el melocotón; El conde de Flores; El día de San Andrés; El rey moro tenia un hijo; El sábado por la tarde; En Belén parió María; En el monte murió Cristo; En Galicia hay una niña que Catalina se llama; En Valladolid vivía una dama; Estando el señor Don Gato; Estando la condesina en su palacio real; Estando la niña bordando corbatas; Estando un día la Virgen ocupada en su ejercicio; Estando yo en el servicio una carta recibí; Estando yo en mi chozuela / pintando la mía cayada; Gerineldo, Gerineldo; Han de saber que yo soy el valeroso sargento; Jesucristo va por el mundo a las doce de la noche; Licencia pido al cerrojo / licencia pido la llave; Madrugaba el Conde Olinos; Mambrú se fue a la guerra; Mañanita de San Juan; Mes de mayo mes de mayo, mes de la mucha flor; Pastor que estás en el monte; Por la señal de la santa canal; Por ti abandoné a mi madre; Un caballero en Madrid tenía una fiel criada; Un francés salió de Francia / en busca de una mujer; Un mancebo firmemente tuvo con una doncella; Un sacerdote de misa; Una casadita que en tierras ajenas; Villanueva, Villanueva, ¿qué se cuenta por España; Zorriña, vente conmigo a la viña, etc.
Aquel verano del 85 en el que Fraile “se descubrió” Salio. fue el último para el pueblo; “un año después quedó no sólo sumergido, sino demolido y removido hasta los cimientos por la acción destructora de las máquinas”. Lo que ha publicado el autor en este libro ha sido el eco ahogado de una población que, según Pascual Madoz, tenia 30 vecinos en 1.845, poco más de un centenar de almas. Del alma hablamos.

© Manuel Garrido Palacios